- La Historia Jamás Contada -
Uno de los indicadores prácticos del estado que guarda una
sociedad en un momento dado, es la ACTITUD que asume su élite universitaria
ante las realidades de aquélla. Esto, por supuesto, donde existen Universidades,
pero al parecer independientemente del momento histórico que se trate, como
leía de los “carolinos” -es decir, quienes asistían al Colegio del Espíritu
Santo (de la Compañía de Jesús)- de esta Ciudad durante la Colonia, quienes ya DISENTÍAN
de sus mayores -biológicos y políticos, incluyendo los religiosos- como
cualquier joven universitario de épocas más recientes.
Esto nada tiene de
extraño si consideramos que la población universitaria es privilegiada en más
de un sentido respecto al resto de los habitantes, enfrascados en la supervivencia
económica u otras actividades igualmente enajenantes que les impiden
reflexionar sobre el lugar y la función que cumplen en ella.
En cuanto a la Política, el aspecto determinante es, sin
duda, el INTELECTUAL, que permite a los universitarios distanciarse
críticamente de los usos y costumbres, es decir, las inercias y automatismos
que afectan a esta actividad y de los cuales rara vez es consciente el ciudadano
común, por más “politizado” o “experto” que se considere. (Se trata de uno de
los ejemplos más elocuentes de los efectos de la cultura de masas que, in a
nutshell, no es más que lo que la gente cree saber sólo porque lo encuentra
ubicuamente expresado en los medios.)
En la dialéctica ideológica que permea ahora mismo nuestra
sociedad por una supuestamente inminente transición de un régimen político autoritario
a otro “democrático”, es conveniente fijar un punto de referencia tal, que
podamos orientar no sólo nuestras convicciones políticas íntimas, sino también
plantear nuestros desacuerdos con las convicciones de otros. Y éste no puede
ser de otra naturaleza que histórica, pues lo que finalmente todos tendríamos en común, es nuestra
propia HISTORIA como sociedad.
Y aquí es donde la actitud típicamente universitaria de
poner en entredicho RACIONALMENTE hasta las más vehementes afirmaciones de la Autoridad
-cualquiera, incluso la casi oficial-, por más evidentes que nos las traten de
hacer aparecer sus propagandistas, puede prestarnos un gran servicio al disolver
posibles asociaciones afectivas -en nosotros y los otros- que impidan percibir
sus defectos argumentativos -falacias- o consecuencias prácticas negativas, el
conocido fenómeno de see no evil: “no ver el mal”, tan frecuente en los sectarios.
En una actividad tan humana como es la Política, las cosas
no tienen por qué ser necesariamente de cierto modo, pues está en su esencia la
posibilidad de modificarlas, dar marcha atrás o incluso cancelarlas y comenzar
de nuevo.
Lo contrario es el corporativismo, esto es, uncirse al carro
del líder y dejar que éste nos conduzca a donde le plazca, aunque afirme sólo llevarnos
al lugar o estado al que siempre soñamos con ir o llegar, aunque sin saber cómo.
Es entre estos polos que nos debatimos actualmente, el núcleo
de nuestra inocultable división como sociedad, nación o lo que gusten, pero mientras
uno, el (NEO)CORPORATIVISMO, nos urge a compactarnos en un único organismo social,
tersamente manejable por un pequeño grupo o incluso una sola Persona. El otro,
la PERSPECTIVA UNIVERSITARIA, nos brinda un margen de maniobra que siempre
podremos aprovechar por si... cualquier cosa.
¿CUÁL PREFIEREN USTEDES, AMABLES LECTORES?
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
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