3 de diciembre de 2016
La poesía nos descubre el mundo, crea otros mundos, en mayor o menor medida, casi idénticos al real. Sin embargo, existe poco interés, en ocasiones olvido, acerca de esta conexión entre lo fantástico y las más sublimes formas de expresión como el arte del verso, que van conformando un universo repetitivo y variante de elementos.
La Ilíada, la Odisea y la Eneida sonlos tres poemas fantásticos más grandes de la antiguedad greco-romana: si por desgracia estos textos no hubieran llegado hasta nuestros días, no sólo nos habríamos perdido de su inestimable valor poético, sino con toda seguridad hoy no estaríamos en condiciones de crear fantasía tal como la creamos día a día.
Gracias a estas tres sumas poéticas, poetas como Dante Alighieri, Ludovico Ariosto y tantos otros de la alta y baja Edad Media han dado al mundo entero obras de fantasía poética tan grandes que resulta imposible tratar de imitarlas. Pero si miramos los esfuerzos de la imaginación moderna y la comparamos con las obras de Publio Virgilio Marón y Homero, la humanidad tiene una deuda inextinguible: todos, queriendo o no, han sacado ideas, alusiones de mundos fantásticos, pesadillas y sueños de la cultura griega y romana.
El poema de Beowulf ha sido siempre considerado un texto clásico; para el mundo anglosajón Beowolf representa lo que a nosotros la Eneida, por tanto es un texto de importancia fundamental. El tono épico y elegíaco de Beowulf, que narra las andanzas de un héroe escandinavo en Dinamarca en medio de criaturas malignas, dragones, etc., es todo una fiesta de simbología temática y elementos típicos del género fantástico. Sin el conocimiento de este texto, es bastante difícil que John Ronald Revel Tolkien y todo el grupo de autores fantásticos hubieran podido haber concebido sus ficcionales mundos. O, peor aún, si Beowulf no hubiera llegado a estos contemporáneos, la evolución del género fantástico se hubiera visto afectada determinantemente, todo hubiera sido muy diferente.
Con Orlando Furioso, es posible hablar de primera instancia, que se trata de proto fantareligión: el hombre lleva hasta sus últimas consecuencias el desafío a sus propios límites impuestos por su condición.
En la Divina comedia, el Infierno, el Purgatorio, el Paraíso, más allá de la interpretación religiosa cristiana, son lugares fantásticos habitados de seres terribles, o simplemente fantasía común a la fantasía colectiva del mundo: cuando las religiones no eran doctrinas como ahora nuestros antepasados, con los ojos de la imaginación, sólo confiaban en su instinto, percibiendo el mundo en zonas oscuras, en zonas de luz y zonas indefinidas que esconden terribles misterios. Entonces, dirigiendo su mirada al cielo, comienza a sentir que hay algo más allá del cielo, algo bello que no puede conocer sino con los ojos de la fantasía (seguramente también el cielo representó para los primeros hombres un lugar de míltiples posibilidades, pero a diferencia de la tierra, el cielo aparecía inmenso y por lo tanto más favorable a alojar cosas bellas y desagradables -el cielo, sin embargo, siempre ha sido visto como una vía de escape de nuestra prisión mortal terrena). Así bajo el dictado de la intuición, el arcaico humano comenzó a pensar un lugar que no podría ser ni la tierra ni el cielo, y aunque no supo explicárselo, sospechó quizás que alguien (o algo) indefinido lo habitaba.
Bajo este esquema podemos decir que el hombre fue incursionando en este mundo fantástico a través de afectivas proyecciones convergentes e intrincadas como las de un laberinto. De este modo, la fantasía, la ciencia ficción y la poesía serían pues legados de un vínculo emotivo indisoluble, una conexión que se pierde en la noche de los tiempos, cuando el hombre no sabía todavía lo que era la palabra y sólo trataba de comunicar los gestos con sus semejantes; sin embargo, ya sabía a nivel instintivo qué cosa era la fantasía, la ciencia ficción y la poesía.
La ciencia ficción como se ha visto es sobre todo fantasía. El termino "ciencia ficción" es un neologismo que es de uso común desde hace cincuenta años. Sin embargo, eso no significa en absoluto que la ciencia ficción antes de 1950 no existiera, sino más bien, el nacimiento de la ciencia ficción se puede hacer remontar a los tiempos de Homero.
Homero cantó sobre Odiseo y otros tantos personajes en la Odisea y en la Ilíada, y lo hizo a través de la poesía (el poema épico): la poesía homérica investiga lo no conocido a través de los ojos de la fantasía ara dar mejor cuerpo y sensibilidad a esa parte del mundo (o del conocimiento humano) identificado como conocido. Podríamos hoy dudar que la ciencia ficción existiera si Homero, Virgilio, Dante, Ariosto y tantos otros no hubieran traducido sus fantasías en poesía. El hecho de que actualmente se prefiera escribir en prosa que en verso, no significa que la ciencia ficción se haya olvidado de la poesía; es verdad que en muchos casos la poesía es algo latente al interior del constructo narrativo de la ciencia ficción moderna, pero la poesía que el constructo narrativo contiene como mínimo de seria investigación viene de afuera con toda su fuerza y vitalidad. Muchas veces, los autores de ciencia ficciión utilizan la poesía en modo exagerado e ignorante, pero no son raros los casos en donde los autores la utilizan con conocimiento de causa y con plena conciencia. Los arquetipos de la poesía son utilizados por los autores de ciencia ficción para dar cuerpo a aventuras mdernas e inteligibles al público moderno, esto es un dato demasiado claro. Por comodidad, en casi todos los textos se ha afirmado que la protociencia ficción tuvo su principio en la noche de los tiempos, con Homero, y quizás todavía antes; se puede sin embargo comenzar a hablar de ciencia ficción verdadera con Jules Verne, primer autor histórico de la ciencia ficción, quién para dar cuerpo y credibilidad a sus personajes hace amplio uso de los arquetipos poéticos de la protociencia ficción, probablemente en una vía un tanto poco documentada; sin embargo, eso no niega el hecho que el Capitán Nemo, por ejemplo, se puede identificar como una versión moderna de Odiseo.
La ciencia ficción moderna, aquella que inicia con George Orwell para llegar hasta los autores modernos que mejor conocemos como William Gibson, P. K. Dick, Ursula K. Le Guin, J. H. Rosny, G. Benford, J. O. Curwood, E. Cooper, P. Boulle, etc., todavía se sotiene de los arquétipos poéticos que la protociencia ficción creó. Sobre todo el género fantástico lo menos que puede hacer es investigar en los arquetipos, J. R. R. Tolkien, M. Ende, T. H. White, etc. no habrían estado en condición de dar vida a los maravillosos mundos fantásticos, que hoy han llegado a ser patrimonio del imaginario colectivo. Aún el género negro (como el desarrollo por Dorothy Porter) también lo mínimo que puede hacer es mirar a los estereotipos de la poesía para dar cuerpo a sus historias (Porter escribe historias negras en verso); definitivamente este tipo de literatura de género llamado sarcástico no vacila en utilizar la poesía en sus constructos narrativos para dar voz y cuerpo a sus personajes.
He aquí el por quá la fantasía, la ciencia ficción y la poesía son un legado ancestral de una conexión de participación emocional indisoluble, una conexión que desde la noche de los tiempos estructura de elementos recurrentes que imparten a las obras un carácter reiterativo: temas, estructuras, figuras tropológicas y ciertos símbolos o arquetipos. Los mundos ficcionales y poéticos van conformando un universo a base de repeticiones, con variaciones, es esos elementos.
Imagen: lainevitableeimarmene.files.wordpress.com
Francisco Hernández Echeverría. Círculo de Lovercraft Puebla, A. C.