15 de octubre de 2018
“Aprender a desprenderse de lo que sea es tenerlo todo”.
Abel Pérez Rojas.
En un mundo donde lo primordial es acumular cuanto se pueda, aprender a soltar, a desprenderse de las cosas, de las personas y de las relaciones, es una forma de sanar y sanear nuestro entorno.
Para comprender por qué nos sanamos cuando nos desprendernos de las cosas debemos remontarnos a cómo fuimos “educados” o mejor dicho mal formados.
Desde temprana edad aprendemos que los adultos tratan de solucionar todo con los niños a base de premios, gratificaciones o castigos.
Los niños saben que si lloran podrán adquirir el dulce o el juguete que quieren, y también aprenden rápido que los adultos les compensan con regalos, tratando de comprar para sustituir lo que no tiene precio: como el amor, la confianza, el ejemplo.
Luego el sistema escolar se basa en la suma de calificaciones –en la acumulación de puntos y décimas- que suponemos son la representación fiel de que las personas están incorporando a su personalidad saberes y conocimientos.
Acumular, acumular y acumular cuanto se pueda, porque la lógica del sistema es: ¿cuánto tienes?, eso es lo que vales.
Para poder continuar en esa vertiginosa carrera “competitiva” nos llenamos de compromisos, nos esclavizamos a cómodos meses sin intereses y asumimos relaciones enfermizas que nos roban nuestros sueños y nuestra libertad.
Por si fuera poco contaminamos la maravilla del amor.
Asumimos como sinónimo del amor la posesión.
Y así, envenenamos nuestras relaciones.
Tratamos de poseer a la otra, al otro, y nada es suficiente a pesar de que sometemos a las personas a nuestros caprichos o nos sometemos sin chistar.
¿En qué momento se convirtió todo esto en un terrible círculo vicioso que no tiene para cuándo acabar?
¿Cómo poner un alto a toda esta vorágine?
Para emprender un nuevo camino no basta con proponérselo, es necesario dar los primeros pasos, estar dispuesto a reintentarlo cuantas veces sea necesario y no ceder a la comodidad de la costumbre.
Si realmente queremos emprender una senda alternativa es vital aprender a identificar lo importante, lo indispensable, lo realmente necesario, para depurar nuestra lista de pertenencias.
Comprender nuestra deformación de acumuladores que casi raya en la línea de lo compulsivo.
Deleitarse en los campos de lo esencial, quitar los elementos sobrantes y quedarse con lo simple, algo que encarna a la perfección el minimalismo.
Por otra parte, es de vital importancia darse cuenta que lo que está de por medio es la vida misma a través de nuestra salud.
Todo esto conlleva una reestructuración profunda de nuestra forma de ver la vida en su totalidad.
Mientras escribo esto pienso en las palabras de Job al perderlo todo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá”.
El secreto está en confiar en lo esencial, en no mortificarse con el futuro –lo cual no quiere decir que seamos irresponsables de lo que viene-, es aprender a vivir en el aquí y en el ahora.
Aprender a desprendernos de lo que sea que estorbe es vivir sin apegos, a entrenarse en el desapego y probar las mieles de lo esencial.
No cabe duda, aprender a desprendernos de lo que no es esencial nos sana. Te lo aseguro.
Vale la pena darse cuenta, vale la pena intentarlo, ¿te atreves?
Imagen: rincondeltibet.com