domingo, 2 de septiembre de 2018

Historia y cultura política



- La Historia Jamás Contada -
 
Vivimos tiempos de decisiones políticas, pero también de ensoñaciones alimentadas por una propaganda electoral que, habiendo incidido sobre mentes en blanco, imprimió en ellas imágenes idílicas ya muy difíciles de remover por la sola razón, sobre todo si es ajena, como lo muestran las airadas respuestas que los en-soñadores continúan propinando a quienes sólo señalan ciertas reveladoras inconsistencias entre lo prometido entonces y el rumbo objetivo que van fijando las pre-decisiones gubernamentales. (Si hubo pre-, inter- y, finalmente, campaña, ¿por qué no habría de haber también pre-decisiones?)

Para el lector de Historia, muchas de las ideas, conceptos, propuestas, respuestas, planes, proyectos o cuanto pronunciamiento doctrinario, teórico e incluso práctico salga de algún miembro del Gobierno en ciernes, tienen un inconfundible aire de déjà entendu de alguien en algún momento del pasado, lo que no deja de provocarle cierta perplejidad. Pero cuando este sujeto se convierte él mismo en historiador, es decir, investigador -researcher- de la Historia, las cosas comienzan a tomar un cariz decididamente… alarmante.

Pues si con (lo que se entiende ahora como) la Política creíamos poder rectificar el malhadado camino por el que transita nuestra sociedad y, junto con ella, todos y cada uno en lo individual, resulta que, como en obsesionante película de terror, aquél se regenera a sí mismo, tramo por tramo, sin que aparentemente pueda hacerse algo para remediarlo. ¿De dónde esta enajenación?

Y aunque todavía no lo asuman cabalmente quienes sinceramente votaron por un cambio CUALITATIVO, seguimos viendo los mismos rostros, las mismas prácticas, la misma abyección de siempre. Y los “nuevos” aliados o llamados o cooptados tampoco resultan enteramente desconocidos para quien tenga un poco de memoria, histórica o a secas. Algo sucede que reproduce el esquema por cuya superación definitiva votó mucha gente. ¿Qué podrá ser?

La solución del enigma podría ser sorprendentemente sencilla, cuando menos en términos conceptuales, y no es otra que el DESCONOCIMIENTO por la inmensa mayoría de la población, votaran por uno u otro candidato o no lo hicieran en absoluto, de la HISTORIA. Primero como lectura, luego como investigación y finalmente como producción de una teoría que reuniera en un todo lógico y operable los distintos hallazgos empíricos, esto es, la EXPERIENCIA histórica colectiva, para no repetir los comportamientos y actitudes consuetudinarias que, ancladas en la emoción, dejan incólume al Sistema.

Esto supone una sólida capacidad de abstracción, esto es, de remontarse por encima de lo concreto y entrañable -lo “bueno por conocido”- y de los automatismos ideológicos para IMAGINAR otras posibilidades que, además, sean realizables… ¡Casi nada, teniendo en cuenta el analfabetismo funcional de la mayoría de la población!

En resumen, se trataría de formarnos como sociedad una CULTURA POLÍTICA fundamentada en la HISTORIA -real, no la oficial ni las oficiosas- que nos permita, en un primer momento, reconocer y así evitar caer en los acostumbrados gambitos de los políticos también de costumbre pero, inmediatamente después, pasar a promover nuestras propias alternativas SOCIALES, no partidistas ni de camarillas o sectas.

Sí existen verdaderas ALTERNATIVAS, pero tienen que surgir de nuestro propio trabajo y REFLEXIÓN como sociedad civil.


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: surversion.wordpress.com