domingo, 17 de junio de 2018

Cartografiando el misterio


- La Historia Jamás Contada -

Una característica -o poco menos- de los sucesos misteriosos, es su recurrente manifestación en ciertos sitios, a despecho de la versatilidad que adopte el fenómeno en cada una de ellas, como lo expresa el lugar común: “en tal sitio espantan”. Cualidad de cuya importancia me percaté en diciembre de 1990, cuando con un amigo experto en simbolismos, comencé a tratar de establecer una relación sistemática entre construcciones antiguas y ciertas tradiciones locales de corte sobrenatural. (Por entonces se me ocurrió denominar a tales parajes “zonas malditas”, que después cambié, jugando con las palabras, por “zonas de tolerancia ectoplásmica”.)

Una de ésas, aquí en la ciudad de Puebla, México, se ubica en la Avenida Juárez entre 21 y 23 Sur, donde en 1981 un amigo nos relató, a una amiga y a mí, haber visto una noche alrededor de las 20 horas sobre esa moderna calle, pletórica de comercios, vehículos y personas, un OVNI sobrevolando a baja altura, mientras que desde la misma acera, pero casi 20 años después, un locutor de radio vio un par de espadachines sosteniendo un duelo en la azotea del edificio. También un operador que había trabajado en la misma estación fue testigo de algunos sucesos escalofriantes en el interior, una noche en que sólo quedaban él y el vigilante nocturno.

Otra muy conocida es la “zona del Carolino”, llamada así por un emblemático edificio que data de la época colonial y que albergó en su momento el Colegio del Espíritu Santo, perteneciente a la Orden de los jesuitas, luego el Colegio del Estado y, finalmente, la Universidad pública. Pero no sólo en él, sino en construcciones aledañas como el exconvento de San Jerónimo y la Casa de la Palma e incluso los espacios públicos entre ellas, se presentan las más variadas manifestaciones de este tipo, todo un mosaico de lo PARANORMAL.

Y así podrían seguirse listando las diferentes zonas con características “especiales” conocidas desde antiguo o que van conociéndose en la Ciudad pero que, sin dejar de constituir por sí mismas una casuística sin duda  llamativa y muy propia para los medios o incluso la literatura, no agrega esencialmente nada a lo que sabemos acerca de esos fenómenos y sus relaciones e interacciones entre ellos, por un lado y los lugares, testigos u otras variables relevantes, por el otro, precisamente el objetivo de nuestra actividad como INVESTIGADORES.

El paso lógico sería entonces organizar estos datos de manera que faciliten el hallazgo de nuevas relaciones significativas entre ellos, siendo la mejor y más intuitiva -creo yo- presentarlos adecuadamente codificados en un MAPA, como aquellos que confeccionara el pionero Aimé Michel cuando la oleada francesa de 1954, pero ahora aprovechando todos los adelantos de la Informática. Sería también un buen punto de partida para nuevas investigaciones.

Aunque antes de comenzar siquiera a elaborarlo, habría que determinar qué datos son los relevantes para cada tipo de manifestación, es decir, a partir de una TAXONOMÍA dada, depurarla mediante la reflexión y la discusión hasta obtener un conjunto manejable de elementos listos para ser codificados formalmente: una tarea de lo más laboriosa, si prestamos atención, pero que bien valdría el esfuerzo.

¿QUÉ LES PARECE?


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: zanobbi.wordpress.com