18 de marzo de 2018
“El dolor es maestro, el sufrimiento es extravío”.
Abel Pérez Rojas.
El dolor es un mecanismo de sobrevivencia del ser humano que le permite protegerse ante múltiples factores que representan una amenaza a su integridad, en ese sentido es positivo que lo sintamos, pero depende de cada uno de nosotros que éste, el dolor, se transforme en sufrimiento.
Muchas veces el dolor es inevitable, el sufrimiento siempre puede evitarse.
He ahí la diferencia. He ahí la clave.
A menos que se padezca el síndrome de Riley-Day –padecimiento por el cual no se siente dolor físico- todas las personas en mayor o menor grado sentimos dolor ante estímulos de diversa índole, es decir, es natural que las personas sintamos dolor.
En cierta forma el dolor es un aviso de que algo no está bien y que esto debe revisarse.
El dolor ha sido clave para la evolución del ser humano porque está vinculado con el instinto de sobrevivencia y conservación, desde ese ángulo es una especie de directriz que permite ir orientando nuestras decisiones siempre buscando el bienestar.
Muchos de los progresos de la civilización giran en torno a la premisa de que el dolor es inherente al ser humano, que en cierta forma puede prevenirse, evitarse o curarse.
Por todo esto, el dolor en sus múltiples presentaciones se convierte en una oportunidad para salir adelante, para aprender, para superar la situación de la que se trate y después de todo ello salir más fortalecidos por la experiencia que tuvimos que vivir.
En cambio, el sufrimiento es una consecuencia del dolor real o imaginario.
El sufrimiento es mental, con repercusiones psicológicas, sociales y emocionales, lleva aparejado una serie de efectos dañinos en lo individual y en lo colectivo.
El sufrimiento se prolonga en el tiempo, y entre más esté presente, más estaremos envueltos en un tipo de maraña que nos hace enredarnos más y más, hasta que le ponemos un alto o hasta que empezamos a dar los primeros pasos para salir de esa condición.
Viktor Frankl, el famoso psiquiatra y psicoterapeuta austriaco afirmó algo que es oportuno tener presente:
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
Como siempre en nuestra vida está latente sentir dolor, es parte de nuestra formación estar preparados para saber cómo afrontarlo y si nos ejercitamos en ello, podremos, con el paso del tiempo forjar nuestro carácter en la superación.
Si asimilamos los beneficios del dolor, el sufrimiento es algo sobre lo cual puede transitarse sin mayores secuelas, porque es extravío durante el cual estamos ciegos ante las fortalezas internas de las cuales somos capaces de desarrollar.
Tampoco se trata de estar pensando obsesivamente en el dolor y en el sufrimiento, de lo que se trata es de vivir plenamente, en paz, con valentía, dando y recibiendo amor; porque si logramos estar inmersos en entornos bondadosos, estaremos preparados para lo que venga.
Marcar la clara diferencia entre el dolor y el sufrimiento es un primer paso para darse cuenta cómo es que aprender a afrontar el primero es necesario para que surja el carácter desde lo más recóndito de nuestro ser, para que luego propiciemos que otros más lo hagan; por otra parte, entender la naturaleza del segundo -del sufrimiento-, es deslindarse de los mecanismos que malamente hemos aprendido y que nos han sido heredados de generación en generación, y que, por ejemplo, usan el sentimiento de culpa como mecanismo de manipulación.
En síntesis, el dolor es una especie de maestro que puede ilustrarnos en la fortaleza, el sufrimiento es opcional y puede ser una ruta de extravío y manipulación.
Es importante tener resuelto este tipo de cuestiones en todo momento, pero principalmente en aquellas fechas usadas para reforzar el engranaje al cual obedece en gran medida nuestro actuar.
¿Qué le parece?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente.