viernes, 16 de febrero de 2018

Orgía polícroma





           
 







Montado sobre el pretexto del hartazgo cotidiano,
Mis pasos se encaminan hacia el lóbrego cubil
Donde se dan cita cada día ávidos espíritus que,
En el anonimato de sus cuerpos desnudos,
Tras el húmedo velo de regaderas compartidas,
Las miradas furtivas, a discreción, se entrelazan
Esperando coincidir en la profundidad de sus pupilas
Para acercar, entre vapores, los ávidos poros
Que buscan hallar entre anónimas caricias,
Satisfacer el vacío que la homofobia eterna
Les germina angustia, tras sentirse relegados
Al ser denominados la vergüenza y el escorio 
De una sociedad que no concibe otra opción
De amor que la que sus paradigmas les consigna.

La humedad de su frágil corazón y su entrepierna,
Es más intenso que la simple agua que les lava…
La avidez de una caricia no tiene edad ni economía
 Y logra traspasar toda barrera social que le designan.

En el anonimato los cuerpos se escurren derritiendo
Sus miedos y frustraciones y, ante todo, la soledad
A la que la triste ausencia de amor y aceptación
Conduce, irremediablemente, a sentir la integración
Con otros que comparten siempre la misma pesadilla.





 En un protocolo inherente todos los pasos se acoplan,
Encaminando, furtivamente, sus discreciones aparentes
A las diversas zonas donde la humedad se intensifica,
 Deshilando la densa espontaneidad de las hormonas 
y el agridulce canto exuberante que se ahoga:
Coro sinfónico de caricias anónimas y jadeos comunitarios
Son, sin lugar a dudas, el alimento vital que busca satisfacer
La necesidad polícroma de amor que se esconde en la lujuria.

Entre frías penumbras las manos desnudas acarician 
La exótica y profusa lívido de su propia intensidad
 Y con sus miradas furtivas el brillo intenso 
De sus pupilas invita a la plenitud del cuarto obscuro…

 Entre la penumbra y el umbral de una sombría 
bacanal, la necesidad de satisfacer la sedienta
Avidez de amor, se manifiesta comunitariamente
En la sensualidad grotesca de anónimos regocijos.
Ósculos ardientes se escurren entre orgasmos
Derritiendo las fronteras del cuerpo y la persona.
 En sinérgica comunidad evidentes parafilias florecen,
 Sin restricción alguna, dejando que el polen eyacule
 En la inmensidad anónima de un mar de poros infinito que,
 Se ahoga, voluntariamente, entre olas de esperma
Que jadean anhelos con la única finalidad de satisfacer
La amargura de una soledad que la sociedad impone. 

 En orgía evidente que busca liberar la inconmensurable soledad,
 Los cuerpos desnudos se derriten atándose mutuamente
En una candente membrana que incinera su vacío,
Y donde el agua, que florece de las lóbregas regaderas,
Basta para limpiar cualquier atisbo mínimo de culpa.
Y sin embargo a pesar de habitar la epidermis colectiva, 
El anonimato individual permanece firme e inmerso 
en el silencio que, ahoga el deseo de ser aceptado tal cual es.

Carnaval, orgía, aquelarre y saturnal son la evidencia
Fehaciente de una amarga soledad que ahoga
A los partícipes que comparten la desolación polícroma
Y buscan satisfacer su necesidad de amor en el anonimato
De otros cuerpos semejantes en sexo y soledad.
 Y al final de ésa jornada, cada cuerpo se reviste de cotidianeidad
Para retornar al mundo cruel en una apariencia que le sofoca
Asfixiando la verdadera naturaleza en que su ser se manifiesta.

¿Hasta cuándo el otro será capaz de comprender que,
Lo que se hace entre caricias no afecta, en absoluto,
La esencia divina que en cada uno se hace manifiesta?
¿Hasta cuándo seremos capaces de aceptar que, 
Lo que se hace en la cama se quedará siempre inmerso,
 Entre las sabanas, sin afectar en absoluto, la esencia de ésa 
 Divina humanidad que nos distingue?


                                                  Juan Carlos Martínez Parra