sábado, 20 de enero de 2018

¿Es posible un "Índice Cultural"?




- La Historia Jamás Contada -

Como sabemos todos los que alguna vez, oficial u oficiosamente –la mayoría- nos hemos dedicado a promover la Cultura, ésta es de naturaleza, si no caótica, cuando menos IMPREDECIBLE, no sólo en cuanto a su factura, sino también a la disposición del PÚBLICO –así, en abstracto- a establecer contacto con ella, pues no se trata de una necesidad en el sentido estricto, aunque a menudo se hable de la demanda cultural, como es el caso para otros satisfactores más perentorios -como el alimento o la vivienda, por ejemplo-, sobre todo a la hora de distribuir presupuestos o redactar leyes.

Por otro lado, su inasibilidad material ha llevado a considerarla, también inexactamente, entre los bienes “espirituales” del tipo de la Religión. Pero no, lo que tiene la Cultura es ser esencialmente EXPRESIVA, pues se origina en un sujeto –individual o colectivo- que intenta manifestar algo en principio inédito, pero sin embargo accesible a otros y que incluso puede resultar de su interés, aunque sin que el productor ni su(s) virtual(es) destinatario(s) lo sepa(n) de antemano, viniendo a ser sus promotores y difusores el medio por el cual unos entran en contacto con otros. (Esta propiedad de la Cultura de ser original y al mismo tiempo reconocible, es la misma que observó el lingüista Noam Chomsky en la lengua y que diera origen a su revolucionario concepto de GENERATIVE GRAMMAR.)

Conviene precisar también que si entendemos por CULTURA aquello que sus autores se esmeran en realizar, yendo decididamente contra el hábito del común de la gente de no reparar en detalles y menos aún –básicamente a causa del embotamiento de sus sentidos- en la perfección o excelencia del resultado final, tenemos que el primer problema que se presenta a quienes se asignan la tarea de promoverla o difundirla, es vencer la propia entropía del sistema -social, en este caso-, es decir, su tendencia a volver al “caos” anterior al hecho o intervención cultural, pues éstos no se institucionalizan por sí mismos.

Así que tenemos, por un lado, a los productores de Cultura, mientras por otro, un conjunto de desconocidos que podrían ser potenciales consumidores de eso que aún no conocen y hasta aficionarse a ello. ¿Cómo cerramos el ciclo? Es la gran pregunta de esta apasionante tarea.

Se han intentado diferentes estrategias, con resultados variables pero algo en común: su INESTABILIDAD, pues el público o mercado para un tipo específico de “bien cultural” CAMBIA constantemente sus preferencias, o bien éstas lo hacen de público. ¿Cómo mantenerse entonces al día, no sólo desde el punto de vista del promotor o difusor, sino del productor o incluso, por supuesto, del consumidor de la Cultura?

Sorprendentemente, podría ser que la respuesta esté en un mercado de sobra conocido y estudiado: el de VALORES: sí, la Bolsa y todo eso, donde alguien ofrece algo –un paquete de acciones- con la intención de que alguien lo compre, siendo los encargados de lograr el contacto los corredoresbrokers-. ¿Ven la analogía?

De ahí me vino la idea de un ÍNDICE CULTURAL, ¿asociado a qué? ¿A una actividad cultural específica? ¿A toda una empresa –no necesariamente capitalista- cultural? ¿A un público o mercado específico? ¿A todo eso junto?

Pues ahí está la idea. En cuanto al aparato matemático que lo haga posible, sólo es cosa de comenzar a (intentar) construirlo. De lograrlo, sería de inestimable ayuda no únicamente para los esforzados PROMOTORES y DIFUSORES culturales, sino para todos los involucrados en el campo, incluyendo a empresarios –en el sentido usual de la palabra- CULTOS dispuestos a financiar proyectos de este tipo.

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: blogviviendoenelextranjero