sábado, 2 de diciembre de 2017

Socializando descalzos





- La Historia Jamás Contada -

Uno de los impedimentos para que más gente adopte el descalcismo -ocasional o permanente- como elemento de su estilo personal de vida, es la incertidumbre acerca de la reacción de “los demás” -termino indefinido si lo hay- a esta manifestación de una VOCACIÓN o llamado interno.

Bueno, así se racionaliza en un primer momento la dificultad para hacerlo, aunque objetivamente las cosas no son tan dramáticas -en el sentido griego (clásico) de “confrontación con la sociedad”-cuando se piensa un poco más en ello.

Lo cierto es que todos, aún los más convencidos de su rectitud e inflexibilidad, continuamente están variando la forma de presentarse o, mejor dicho, presentar su self -propio yo- en sociedad, esto es, ante los temidos Otros, un tema abordado en profundidad por la Psicología, además de estar en el centro mismo de la Sociología de la Vida Cotidiana, otro venerable campo de los estudios sociales.

Así que, ¿en dónde se sitúa entonces el “problema” de despojarse del calzado, al grado de haberse formado desde hace más de lo que suele imaginarse, alianzas y fraternidades tipo trade union que hagan valer socialmente lo que debiera ser una legítima e incuestionable decisión individual?

La respuesta es simple y directa -straightforward- una vez asimilado lo anterior: reside en el sujeto mismo, pues se trata de una cuestión de HÁBITO -no monacal, por aquello de franciscanos y carmelitas-, algo que sólo al o la barefooter en ciernes compete adquirir y reforzar periódicamente, ampliándolo además a otros ambientes y actividades de su vida diaria con la intención de institucionalizarlo.

Se trata, al final del día, de romper con la falaz etiqueta, más imaginaria que real, según la cual andar descalzo no es lo “correcto” (¿?) o esperado -otra vez- por los demás. (En una de las celebraciones de fin de año, una fiesta de disfraces, a uno de los invitados le salió el censor moris que llevaba dentro y trató de reconvenirme por ir descalzo. Al no lograr avergonzarme ni mucho menos, lo intentó “razonando”: “¿Te das cuenta que eres el único que estás así?” Como veterano de mil debates que soy, le respondí: “En muchas cosas he sido el único o el primero: para mí no es extraño, aparte de que no soy ni tengo por qué ser igual a todos”. Definitivamente una mala actitud para un tipo que se dice periodista -blogger, más exactamente-. Por cierto, mi disfraz era de franciscano o carmelita…, pero ateo.)

La clave de todo está en la socialización, en no aislarse individual o grupalmente por -o para- ser uno mismo, sino en interactuar en condiciones de igualdad con los demás. Es la forma de rehumanizar una sociedad enajenada de sus propios constructores, que suelen atribuirla a designios suprahumanos a los que consideran necesario someterse, por absurdos que resulten.

Vivir y realizar DESCALZO todas -o casi todas- las actividades acostumbradas, no implica caer en la marginación, sea autoimpuesta o impuesta por unos fantasmagóricos Otros, sino tan sólo una forma de ser en una Sociedad ya de por sí -e inevitablemente- DIVERSA.

(Publicado originalmente en Sabersinfin el 7 de abril de 2017)

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: http://oddmenot.com