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Nada desalienta más que sentirse fracasado. En los mexicanos este síndrome lo portan muchos individuos, sin importar su clase social, y ¡está tan arraigado!
Esto lo hemos construido entre todos. Los mexicanos tenemos muy poca tolerancia al fracaso. Cualquier equivocación, cualquier yerro se convierte en motivo suficiente de mofa. Nadie escapa a la mordacidad de los comentarios, a las miradas burlonas, a los memes, a las etiquetas, al índice de fuego, al chisme…
No hay defensa posible ante todo eso, sino pagar con la misma moneda: desacreditar al otro, es la única forma que hemos experimentado para poder sentirnos superiores. ¿Y siquiera lo logramos? En realidad: no. Más allá de las palabras, el otro sigue con su misma estatura humana y uno también.
Y en esas vueltas y revueltas de lodo, perdimos la consciencia de que se trata solamente de palabras, que no moldean la realidad en lo más mínimo. Peor aún, el sentimiento que crea en el otro, el de inferioridad, tampoco es la dimensión del hombre, es, a fin de cuentas, sólo un sentimiento, creado por el que lo experimenta. Bastaría correr esos velos para encontrar la verdad.
En nuestra cultura nadie nos ha enseñado a lidiar con las emociones negativas, experimentarlas y darles un contexto, aprender de ellas y dejarlas pasar para poder ver lo que hay detrás de ese velo que nubla el entendimiento a la realidad.
El malinchismo sigue arraigado, por eso los mexicanos hemos asumido que todo lo extranjero es mejor. Nuestra actitud lo único que hace es confirmar nuestros temores, y para que sea verdadero, para que no nos equivoquemos, actuamos en consecuencia.
Y fallamos los penaltis, y no ganamos las Olimpiadas, y nos corren del trabajo, y creemos que no tenemos oportunidades ni futuro.
Y seguimos apostando al fracaso, porque seguimos viendo la realidad desde ahí. Por eso el secreto del éxito en México es el “copy paste”, es hacer trampa en los exámenes y hacer trampas en la vida. Porque no creemos que seamos capaces de lograr algo más, y como esta idea es parte de la cultura de toda una sociedad de casi 110 millones de personas, quien puede pensar que tanta gente pueda estar equivocada. De ninguna manera.
Pero las equivocaciones son también muy necesarias, así lo confirmó el magnífico inventor Thomas Alva Edison, al responder a un periodista que le recordó que había cosechado casi mil intentos fallidos antes de dar con el filamento de tungsteno: “No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”, porque él mismo sabía que "Muchos fracasos de la vida han sido de hombres que no supieron darse cuenta de lo cerca que estaban del éxito cuando se rindieron."
Esta cultura del mexicano fracasado la hemos construido entre todos y entre todos la podemos reedificar para que nos impulse a ser mejores: no censurando los yerros del otro, no magnificando las equivocaciones propias, sabiendo que cada vez que te equivocas estás transitando por el mejor camino al éxito valorar el talento que radica en cada uno, en su visión del mundo, en sus pasiones, en lo que ya es, en sus conocimientos, en sus valores, todo eso son las herramientas que aunadas al tesón, de aspirar a ser mejor, sin duda alguna lo llevaran a conquistar la gloria.
Por lo pronto, yo no compro la idea del mexicano “fracasado”, y cada vez más estoy más convencido de ello. Estoy seguro de contagiarle algo a quien piense diferente. Se lo garantizo.
Salvador Calva Morales es rector de la Universidad Mesoamericana.