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En los años recientes Brasil ha cambiado su rostro. Me llama poderosamente la atención cómo están trabajando en educación, con la participación de todos los niveles de gobierno y la comunidad.
Una propuesta que yo vengo haciendo en México a partir de la pasada campaña política en la que participé, y donde tuve oportunidad de entender que para encontrar soluciones a los problemas no hay más que arremangarse la camisa, y todos meter las manos al trabajo, para que la sociedad construya su propio desarrollo.
Desde 2013, el programa Inspirare está involucrando a las comunidades las cuales indican cuáles son las carencias educativas que hay que resolver, y colaboran en ello. Lo mismo participa la autoridad, que la sociedad civil organizada en agrupaciones o que todos los vecinos de la cuadra.
Se sabe que el propósito de esta iniciativa es que las aulas estén en las calles mismas, y transformar barrios o incluso ciudades en espacios de aprendizaje continuo, de tal manera que el desarrollo integral de los niños, los adolescentes y los jóvenes se convierte en un compromiso de todos.
Esto permite que la educación de niños y jóvenes se realice conforme a una planeación que pretende dar respuesta inmediata a las necesidades urgentes y prepararlos con competencias para que puedan insertarse a la vida productiva de la nación. Es pues casi una educación diseñada a la medida, y no existe una metodología única para el programa.
En este proyecto se unen estudiantes, padres, entrenadores y directores de escuela, consejeros y líderes de la comunidad, así como representantes municipales y estatales, organizaciones sociales, empresas y organizaciones sin fines de lucro, para promover mejoras estructurales y sostenibles en la realidad educativa de la ciudad.
Los participantes establecen que la enseñanza y el aprendizaje se convierten en una responsabilidad colectiva. Esto es algo de lo que nos está haciendo falta en México.
Si bien las universidades podemos hacer una labor social necesitamos de la reciprocidad de la sociedad misma, de los beneficiarios y de un compromiso mutuo para poner toda nuestra atención y esfuerzo en alcanzar derroteros que realmente hagan de este un mejor lugar para vivir.
La voluntad política no es solamente de los políticos, los diputados, el presidente… la voluntad política también tiene que ser de los ciudadanos y el pueblo.
La educación puede ser el punto de partida de la redención del pueblo, esa tarea que agrupe voluntades, que ponga metas altas, donde el trabajo comunitario tenga una orientación seria, real, efectiva, y el compromiso ciudadano haga posible la transformación.
Quizá suene muy idealista. No, estoy tratando de ser lo más realista posible.
Brasil, puede; también El Salvador, puede; en México también podríamos. ¿Quién acepta el reto?
Imagen: nacion.com
Salvador Calva Morales es rector de la Universidad Mesoamericana.