- Desempolvando el Idioma -
Deduzco, luego expreso: de comer, comido; de vivir, vivido; de leer, leído; entonces la razón me conduce a concluir que de escribir debo pronunciar, “escribido”. O bien, reflexiono que de amar, se puede decir “amo”; de cantar, “canto”; luego entonces de soldar, se diría “soldo”. Considerando las reglas gramaticales, en el primer caso, las terminaciones de los verbos en participio son “ado”, “ido”, pero también “to”, para pronunciar por cierto, “escrito” en lugar de “escribido”; “so” y “cho”. En el segundo proceso de razonamiento, el término “soldar” es un tipo de verbo irregular, como tantos que existen en el idioma español, el cual para esta conjugación debe pronunciarse “sueldo”.
De allí que a veces es necesario conocer ciertas reglas porque una simple deducción puede hacer que se incurra en incorrecciones ortográficas, perdiendo en determinados casos su sentido práctico. Porque de cantar, “canto” y de hablar, “hablo”, se debe decir entonces ¿de caber, cabo? Se recurre a un proceso lógico inmediato para resolver la dificultad que aparece de manera espontánea; y así de espontáneo, llegar a una respuesta que poco probable sea adecuada. ¿Cómo usar entonces la lógica o la razón en el uso ortográfico del habla cotidiana? Lo lógico en este sentido, es aquello que respeta las reglas y cuyas consecuencias resultan justificadas y por ende, válidas. Pero un razonamiento lógico también implica un proceso mental que aplica dicha lógica a partir de premisas que pueden generar no sólo conclusiones verdaderas, sino falsas o posibles. ¿Entonces cómo puede conseguirse el objetivo de evitar errores idiomáticos y que dicha conclusión sea verdadera o correcta? Es importante la utilización de una serie de recursos. Si con “B” se escribe amabilidad, vagabundo, nauseabunda, amabilidad, afabilidad, habilidad, entonces se piensa que lo mismo sucederá con “mobilidad” y “cibilidad”, pero esto no es posible, ya que son excepciones de la regla, la cual consiste en que toda palabras que termina en bilidad se escribe con “b”; así que lo correcto es expresar movilidad y civilidad escritas con “v”. En otro momento, se puede suponer también que al escribir con “b” aquellas palabras que llevan rr en su escritura, todas se plasman igual; entonces el proceso de razonamiento lógico gramaticalmente hablando es el siguiente: Si escribo barrer, arrabal, borrador, becerro, berrear, burro, con “b” y “rr”,entonces por qué no hacerlo con “ferrobiario”, “corrosibo”, “berruga”, “correctibo”, o “berrojo”. La premisa con la que se argumenta la escritura de los últimos conceptos, pese a que es una regla gramatical, no aplica a éstos, ya que también dicha regla los considera excepciones e incluso se fundamenta su ortografía con otras reglas.
Cuando repetidamente se escriben verbos tan comunes como escribir, percibir, ocurre que aparece el momento de redactar un texto en el cual se empleen palabras como hervir, servir y vivir, y por deducción el error ortográfico no se hace esperar, entonces se plasma “herbir”, “serbir”, vibir,”, porque todos los verbos terminados en “bir” se escriben con “b”, pero no se cuenta que estas últimas palabras son igualmente excepciones de una regla. En consecuencia, las reglas ortográficas del español tienen variadas excepciones, lo que no siempre hacen segura su aplicación. Por un momento imaginemos que una persona visita un país que no conoce.
Las tres primeras personas con las que se comunica hablan francés; a partir de su razonamiento lógico, podría deducir que todas hablan ese idioma. Es importante considerar a la deducción como un mecanismo necesario, que permite razonar correctamente pero que por sí solo, sirve de poco, no es suficiente; por lo que es adecuado combinarlo continuamente con datos que provee la propia realidad de la circunstancia. Por tanto no se puede tener una palabra segura dentro del proceso comunicativo, a menos que se posea un método seguro de interpretar las palabras, y se use a conciencia. La frase “la excepción confirma la regla”, del latín “exceptio probat regulam in casibus non exceptis”, proviene de un principio jurídico de la época medieval y es expresada precisamente en latín por ser la lengua culta de dicha época; ésta quiere decir que, “si existe una excepción, debe haber también una regla para la que se aplica dicha excepción”. Se observa que el verbo “probat” significa “demuestra la existencia” pero no la corrección de la regla. Hay quienes opinan entonces, que la excepción amplía o modifica la regla, esto implicaría que en la unidad general de la regla hubo error y que rompe con ella; aunque no la hace incorrecta porque la excepción la completa y precisa, no la invalida. Por su parte, también hay quienes piensan lo contrario; es decir, que las excepciones no la confirman, y por tanto habría que descartarlas y buscar otras pero que se utilizan como argumento para mantener la unidad ortográfica, lo cual es un argumento razonable porque la excepción es la verificación de que existe una regla y de allí la importancia de no descartar las excepciones en las reglas ortográficas para mantener la unidad de la misma y la comunicación cumpla con su función. Así que para una buena ortografía no hay mejor remedio que una dosis de conocimiento de reglas ortográficas, un poco más de práctica de la escritura y bastante avidez lectora.
María Eugenia Morales Carrera
Publicado orginalmente en Saber Sin Fin el 03 de julio de 2017