Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 27 de febrero de 2017
“...con el trabajo humilde y sencillo de cada día se puede conseguir
un altísimo puesto en el cielo, si se ofrece todo por amor a Dios”
Sebastián Aparicio
El 25 de febrero se cumplieron 417 años del fallecimiento del beato fray Sebastián de Aparicio, religioso franciscano, creador de caminos, medios de transporte y gran aficionado a los caballos. Sebastián de Aparicio, antes de ser fraile y ser beato, se divertía mancornando toros bravos, es decir, los derribaba tomándolos con las manos por los cuernos. Por eso se le considera como uno de los fundadores de la charrería mexicana y se le venera como patrono de los charros y su protector. Es considerado fundador de la arriería en México, primer transportista, primer carrocero y primer constructor de caminos en nuestro país.
En el año 2011 el Arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, lo declaró patrono nacional de los charros. Comentó que decidió emitir el nombramiento luego de escuchar al padre provincial de la orden de los Franciscanos, Andrés Limón, y al vicepostulador de la causa de canonización, Guillermo Rodríguez: “El beato fray Sebastián de Aparicio fue un hombre insigne que mucho aportó al avance de nuestros pueblos, fue quien introdujo el uso de la rueda, favoreció el transporte construyendo la carretera México-Puebla-Veracruz; así como la carretera Zacatecas-México. Fue, también, precursor de la charrería”.
La vida de Sebastián estuvo llena de vicisitudes, nace el 20 de enero de 1502, en La Gudiña, Galicia, España. Los primeros años del pequeño son como los de un niño cualquiera. Para los campesinos la escuela era un lujo, por eso Sebastián, no supo leer ni escribir. Aprendía de memoria las enseñanzas de sus padres y con unos maestros como ellos, tuvo buena escuela para adiestrarse en su oficio de labrador.
La peste bubónica hizo presa a Sebastián en su niñez no teniendo esperanza de vida y para evitar el contagio se le alejó del poblado trasladándolo al campo en una choza en el monte y abandonado a su propia suerte. Todos los días, para que no se muriera de hambre, su madre le llevaba alimento pero él no responde. Se dice que un lobo clava sus dientes en el tumor maligno y su lengua lame la herida, al día siguiente por la mañana su madre ve que ha desaparecido la fiebre y el peligro de contagio, por lo que regresa con el pequeño al hogar.
Ya en la adolescencia, hacia sus veinte años, llega Sebastián a Salamanca, ignorando las primeras letras y ni siquiera sabe escribir su nombre, allí se coloca como criado. Posteriormente viaja a Extremadura siendo empleado para el cuidado de animales y transportar con ellos mercancía. Viaja a Sanlúcar de Barrameda y ahí es contratado como peón en las faenas del campo. Otro acaudalado labrador lo recibe a su servicio, dejándole la explotación de unas tierras a su favor. Y cuando sus ahorros se lo permiten empieza a preparar su viaje al nuevo continente.
En 1533 llega Sebastián de Aparicio a la ciudad de Puebla. Al no ser muchos todavía sus moradores, le fue fácil encontrar terreno para su cultivo, las faenas del campo entretienen su actividad durante los primeros años. Entre los animales importados de España figuraba el ganado caballar y vacuno. Sebastián pensó servirse de ellos para el campo, iniciando en la Nueva España una nueva forma de trabajo. Pero el campo requería medios para el transporte de las cosechas, es por ello que Sebastián construye la primera carreta que recorre el camino de México a Veracruz y al no estar previsto para el tráfico rodado que allí se desconocía, hay que adaptarlo a la nueva necesidad.
A sus sesenta años, en 1562, Sebastián contrae matrimonio, pero a pocos meses de su enlace la joven esposa se enferma, falleciendo en el primer año de su matrimonio. A los dos años siguientes se casa nuevamente. Sebastián de Aparicio queda viudo por segunda vez. Fueron apenas ocho meses los que había durado este último matrimonio.
El 9 de junio de 1574 Sebastián viste el hábito franciscano, como novicio a la edad de setenta y dos años y casi cinco meses. El 13 de junio de 1575 hace su profesión y como no sabe escribir ni firmar, el acta de su profesión religiosa, y en su nombre, es firmada por Fr. Alfonso Peinado. Por la tarde del 25 de febrero de 1600 un padecimiento en una hernia le atacó segándole la vida.
Su cuerpo con más de 400 años de muerto, permanece expuesto en una urna con paredes de cristal en el Templo de San Francisco en la Ciudad de Puebla.
Imagen: flickr.com
Jorge A. Rodríguez y Morgado
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