lunes, 9 de octubre de 2017

Odontología en Europa Occidental del siglo V – XII (segunda parte)


Continuando con esta parte, en Inglaterra, Beda El Venerable (673 – 735) escribió una historia eclesiástica en la que incluye observaciones sobre el tratamiento médico común en esas fechas.

Menciona remedios para el dolor de muelas, por lo general mezclas de diversas drogas. También recomienda dejar de sangrar una vena debajo de la lengua para curar el dolor de muelas.

Vindiciano, con sus escritos del siglo VII, reiteró la doctrina hipocrática de que el dolor de muelas se origina de la cabeza, y desciende después hacia los dientes, acabando en sus raíces. Repitió numerosas curas, entre ellas la de raíz de beleño, espárragos cocidos con vinagre, parietaria, y la savia de hidra instilada en los oídos. De hecho, la mayor parte de remedios de este periodo eran mezclas de hierbas, raíces y otras partes de plantas, por lo cual los populares libros de botánica, que enumeraban las plantas con poderes curativos y las instrucciones para su uso, preparación y administración se convirtieron en el principal tipo de libros médicos.

Sin embargo, se dedicaba mayor atención a las curaciones milagrosas ofrecidas por cirujanos ambulantes, y charlatanes, a los poderes curativos de las reliquias sagradas, a las oraciones en busca de la santa intercesión y al exorcismo de los malos espíritus causantes de la enfermedad. En épocas de epidemia, grandes multitudes pasaban la noche en la iglesias, reminiscencia del “templo del sueño” de los antiguos griegos. La poca cirugía practicada se enfrentaba al mayor de los peligros y los cirujanos eran con frecuencia asesinados, si el que sucumbía durante la operación era un señor. No es de extrañar que el papa Gregorio II aconsejara plegarias para soportar el dolor, en lugar de sumisión al cuchillo. Se evitaban hasta las extracciones de dientes, salvo como último recurso y siempre y cuando el diente estaba medio suelto. Un escritor anónimo del siglo VII menciona a un paciente que murió después de serle extraída una muela, porque junto con la muela se le había arrancado su “conexión” con el cerebro y el pulmón.

La documentación más importante sobre prácticas dentales sobre este tiempo fue proporcionada por Santa Hildegarda, abadesa de Bingen, en Alemania (1099 – 1179). En su libro Physica escribió sobre los poderes curativos de las plantas, carnes y minerales, dando sus nombres germanos. Su información sobre los dientes era aristotélica, ya que achacaba el dolor de muelas a la presencia de sangre podrida en las arterias que las alimentaban. También menciona el gusano y menciona el humo de aloe y mirra quemados para expulsarlo. Enumera listas de remedios para el dolor de muelas, entre ellos los enjuagues de mezclas cocidas y calientes de plantas como de hierba mora o ajenjo. Para los dientes sueltos recomendaba cataplasmas de distintas mezclas aplicadas a la mandíbula y polvos de sal quemada y hueso pulverizado.

Hildegarda creía también en sencillas medidas preventivas, sosteniendo que el gusano dental florecía si la boca no se había aclarado con agua fresca y pura. Esto recomendaba hacerlo cada mañana después de levantarse y varias veces más tarde a lo largo del día para preservar la salud de los dientes. Sin embargo, su única referencia a la cirugía bucal consiste en perforar un absceso de una encía para facilitar el drenaje de pus.

Bibliografía:
Edad Media Alta: Europa occidental del siglo V – XII, pagina 58. Historia de la Odontología Ilustrada.
Malvin E. Ring, Mosby/Doyma Libros.


Autor: Museo de Odontología de la BUAP.