miércoles, 11 de octubre de 2017

Imagen, imaginación e imaginario en las miradas sobre el otro


El 15 de mayo de 1911, en Torreón Coahuila, una turba enardecida saqueó los comercios de los chinos. Fueron acusados de aliarse con las fuerzas de Porfirio Díaz, porque aparentemente los soldados federales dispararon desde comercios y casas de la comunidad china. En pocos minutos el saqueo se convirtió en violencia extrema, la turba asesinó a 303 personas, sin importar que entre ellas hubiera adolescentes, niños y mujeres. Sus cadáveres quedaron regados por las calles de Torreón. 


El 19 de octubre de 2015, en Ajalpan Puebla, otra turba enardecida sacó a golpes de la cárcel municipal a dos hermanos que trabajaban para una empresa encuestadora del D.F. A pesar de identificarse plenamente, fueron acusados de ser secuestradores y tras torturarlos fueron linchados por la turba incontrolable. Sus cuerpos fueron quemados en el zócalo del pueblo. ¿Qué tienen en común estas dos infamias? ¿Por qué fueron linchados? Ni los ciudadanos chinos ni los encuestadores murieron en una guerra o porque tuvieran enemigos declarados, eran extraños a la vista de los lugareños, hacían trabajos que no eran comunes y venían de fuera, no eran gente de Torreón o de Ajalpan. Fueron vistos como un enemigo del que no eran parte, pero en ambos casos se creó un imaginario colectivo que les atribuyó ser aliados de los porfiristas o del crimen organizado.

El imaginario funcionó para hacerlos culpables, para convertirlos en individuos perversos.

Ambos casos demuestran que la barbarie y los linchamientos en México, son cosa del presente. La violencia social que se vivía a principios de la Revolución, era una manifestación de la crisis política del Porfiriato. A más de 104 años de distancia, los linchamientos que se dan en la época contemporánea tienen que ver con la actual crisis social, la falta de credibilidad de las autoridades, crea una imagen negativa y pone en entredicho al Estado de Derecho.

Entre los contemporáneos episodios de violencia social y la guerra de exterminio realizada en la época colonial en el noreste novohispano con la participación de frailes y conquistadores españoles, encontramos diferencias y similitudes, comparaciones y puntos de coincidencia, una de ellos es que la interpretación de los hechos, se origina en visiones diferentes que deforman la realidad.

Los capitanes españoles tomaron posesión de las tierras americanas en nombre de la corona y declararon que la región estaba abandonada y ausente de dueños, pues los salvajes que habían encontrado andaban desnudos sin tener lugar cierto. Ese imaginario creado por el interés en las tierras y sus tesoros se apropió de la imaginación de los descubridores. La imagen era lúcida, existía un lugar sin límites y sin habitantes, del que cualquiera podía hacerse dueño. La imagen del espacio presente en el imaginario de los primeros exploradores persistió a través del tiempo y se manifestó en las crónicas de los misioneros: el medio era estéril y hostil al igual que los indios. Los habitantes del desierto eran salvajes y rebeldes, al grado de que tanto misioneros como militares les temían.

El asombro con el que nos enteramos de lo sucedido en Ajalpan, es diferente al que los primeros exploradores experimentaron ante el desierto. El asombro ante los hechos de los barbaros, no importa quienes sean y su interpretación, hace la diferencia. Los sufrimientos de las víctimas y la maldad de sus victimarios se encuentran presentes en todos los casos. Imagen, imaginación e imaginario son elementos presentes en toda interpretación de la realidad y los aplicamos al momento de comprenderla o tergiversarla, mediante un proceso en el que se encuentran presentes nuestros propios prejuicios, es algo de lo cual, no nos podemos excluir. Para la conformación del imaginario, es importante lo que se percibe y lo que el cerebro interioriza, son imágenes que funcionan como realidad y referencia. 

Cuando los indígenas aparentemente evangelizados, regresaban al desierto a su ancestral forma de vida nómada, los misioneros creían que podían recurrir a cualquier tipo de prácticas con el propósito de garantizar la expansión del cristianismo, lo que no hubiera sido posible si no transformaban a los indios en seres perversos y carentes de razón. En la mente de los misioneros estaban presentes las imágenes de la experiencia de la guerra del Mixtón o de los indígenas atacando las misiones y robando a las mujeres españolas. 

El imaginario dominante del desierto, muchas veces mítico y metafórico, como lugar de desamparo, castigo y prueba se hacía presente en todos los relatos de exploradores y militares e influía a pesar del tiempo, por su capacidad de deformar lo que estaban viendo a partir de sus penurias, dificultades y fracasos.

El establecimiento del Estado español en el norte de la Nueva España, solo se logró a cambio de la extinción de los indígenas. El genocidio que tuvo lugar en el noreste, desde Chihuahua hasta Tamaulipas, pasando por Coahuila y Tejas, no fue muy diferente del genocidio por xenofobia cometido contra la colonia china en otra parte del noreste mexicano en 1911.

La creación del nuevo Estado mexicano exigía la eliminación de todo lo que se creyera Porfirista. Si el nomadismo fue la negación del Estado español, la eliminación de los chinos fue consecuencia del vacío de autoridad durante la Revolución. La inseguridad por la delincuencia es signo de la debilidad del Estado, que sirve al mismo tiempo para justificar la violencia social. La relación que se dio entre indios e hispanos en el desierto fue tan opuesta, como la mirada de extrañeza entre maderistas y chinos en Torreón o entre la turba enardecida y los encuestadores en Ajalpan. Ambas partes no son integrantes de una misma sociedad; en todos los casos, predominaron las miradas sobre el otro, que por ser excluyente fue motivo suficiente para ser victimizados, ser aniquilados de la faz de la tierra. 

Fue un choque brutal de culturas, occidental contra indígena, occidental contra oriental, rural contra urbana, según sea el caso, pero en los tres ejemplos cabe preguntarse ¿Quiénes fueron los bárbaros?

Imagen: enclavedefo.blogspot

 Dr. Gilberto Sebastián Sánchez Luna. Es Médico Cirujano egresado de la UNAM, Especialista en Medicina Familiar Lic. en Historia y realizó una Maestría en Calidad en la Universidad Iberoamericana. E-mail: Gilbert_moon@hotmail.com