Hace 50 años comenzó a circular en el país un nuevo tipo de literatura popular, indistinguible en apariencia de la cómica –de chistes y situaciones ridículas-, entre la vasta variedad de géneros que inundaba los puestos de periódicos, pues siempre hemos sido un pueblo amante de leer todo lo que no represente un reto intelectual o para el bolsillo. (Si los libros verdaderamente interesantes no alcanzaran precios tan disparados, seguramente se leería mucho más: verdad de Perogrullo.)
Así que no llamó mayormente mi atención, sino hasta el día en que un tío preparatoriano ordenaba su material de lectura y, entre libros escolares y revistitas –por el tamaño- de “chistes para adultos”, se destacaban algunos números de esta publicación. Me preguntó si ya los había leído y, ante mi negativa, me los prestó para que le diera mi opinión. Fue de esta manera un tanto casual que conocí LOS SUPERMACHOS. (Por esa época, al inicio de la pubertad, ya me había desaficionado de los comics –historietas- y el baseball, entonces el deporte nacional, que había seguido durante la niñez.)
Siendo nominalmente una revista de crítica política, hizo sin embargo HISTORIA tanto por su influencia como literalmente su contenido, mostrándonos otra perspectiva de nuestra realidad, muy alejada del sueño guajiro –por lo “ranchero”- que se empeñaba en presentar el cine vernáculo.
Lo conseguía mediante diálogos y situaciones realistas que, en un tono desenfadado, desarrollaban una discusión paradójicamente seria sobre tópicos de interés ciudadano que rutinariamente evitaban los comunicadores de la época por temor a las represalias de un régimen cínicamente autoritario. Pero no se trataba de una especie de teatro impreso frívolo y populista, reservado a cierto público adulto ya políticamente esterilizado, pero capaz de dar con los dobles sentidos y las alusiones veladas u oblicuas a ciertos funcionarios “en el candelero”, sino algo que podía seguir quien pensara, aun sin tener la mayoría de edad. De ahí su popularidad entre el estudiantado crítico de nivel medio superior.
Era más una “sociología del Poder” a través de tipos sociales que cualquiera podía reconocer, completar su Gestalt y seguir con detalle y cierta profundidad sus interacciones recíprocas –la microfísica de Foucault-, teniendo como escenario un pueblo ideal priísta, con su vago borrachín, hermano del burócrata del lugar, el cacique analfabeta que “despachaba” en la cantina, el abarrotero con hispánicas ínfulas de conquistador y las viejas beatas en sus permanentes intrigas de sacristía, sin faltar desde luego los H. Cuerpos represivos, oficial y “madrina”: todo un modelo teórico-crítico de la sociedad, bajo una apariencia perfectamente ingenua, el contrario funcional exacto de las producción cinematográfica “nacional” (¿?) de la Época de Oro.
En cuanto a los habitantes comunes del pueblo de caricatura, los protagonistas que aguantaban todo –por eso lo de “supermachos”-, eran unos extraños personajes populares jodidos pero ilustrados, que colaboraban cada uno con su “grano de arena” a la comprensión del esperpento como un todo: éste era el artificio de que se valía el autor para llegar a su objetivo político, pues aunque ciertamente había artistas muy accesibles al gran público que venían haciendo crítica social de gran calidad, como Gabriel Vergas con LA FAMILIA BURRÓN y el compositor Salvador (“Chava”) Flores con sus canciones satíricas, ninguno identificaba positivamente a Instituciones estatales –o casi- como el Partido y la Iglesia virtualmente únicos, como instrumentos de opresión y control.
Tras la feroz persecución y represión gubernamental de finales de los ’60, que para muchos fue nuestra politización express, el trabajo de Eduardo Del Río García, el tal “RIUS” de la historieta, con sus tratados accesibles –aunque algo simplificados para mi gusto- sobre los más diversos aspectos de la vida contemporánea, amplió y enriqueció el horizonte –scope- de la disensión ideológica respecto al clerical-priísmo, previniendo que más jóvenes socialmente descontentos se encerraran en el dogmatismo maoísta –populista de "izquierda”-, tan frecuente en países atrasados cultural, intelectual y políticamente.
Y ya para terminar, algo que me sorprendió: resulta que Rius nació en 1934, es decir, justo en la misma época que nuestros padres, la generación silenciosa de aquí, totalmente cooptada por el Sistema. Así que, sin dejar de ser un personaje de su tiempo, resulta que, por su INDEPENDENCIA, se ADELANTÓ toda una generación completa a la suya.
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.