Del lado de la barba está el poder
Moliére
Con la muerte de Fidel Castro se acaba una época de caudillismo socialista en el mundo. Líder autoritario para unos, leyenda revolucionaria para otros, pero Castro era el último superviviente de la Guerra Fría e indudablemente el actor político que más titulares generó a lo largo de su largo mandato en Cuba.
Castro tenía 90 años al fallecer, ya antes había sufrido incontables muertes periodísticas anunciadas desde Miami. Él sobrevivió a más de 640 intentos frustrados de atentado (puro explosivo, cápsulas envenenadas, caracol bomba) y a 11 presidentes de los Estados Unidos, por lo que el fallecimiento real del líder cubano ya casi no es noticia.
Pero más que sus hazañas revolucionarias el tema de este escrito es su emblemática barba. Dicen que Fidel Castro y sus hombres se dejaron crecer la barba mientras vivían en la Sierra Maestra para que los soldados del dictador Batista supieran a quién matar. Ellos, los de la barba, eran los rebeldes. Los otros, los lampiños, eran los que trabajaban la tierra. Fidel ya nunca se quitó la barba con la que entró triunfante en La Habana el 8 de enero de 1959. Mantener esa imagen de revolucionario fue una muestra absoluta de conciencia que le ayudó a trascender el tiempo. Hoy (25 de noviembre) el líder revolucionario yace en su última morada con la misma barba.
En la antigüedad el conservar el vello de la cara era una cosa natural. Hace alrededor de 30,000 años, nuestros antepasados encontraron que sería posible eliminar la barba con la utilización de trozos afilados de rocas.
La barba ha jugado un papel significativo en diversas culturas de la humanidad, veamos: En Mesopotamia se peinaba formando grandes rizos sujetos por hilos de oro. En el Imperio Persa la barba se asociaba con la masculinidad. Los babilonios y los asirios cortaban la barba en señal de luto. Entre los antiguos hebreos la barba era un honor. En el antiguo Egipto los miembros más ricos de la nobleza dejaban crecer la barba como un signo de su condición. Entre los griegos el uso de la barba era muy común. La diosa Atenea maldijo a aquel primer griego al que se le ocurrió cortarse la barba. Los espartanos solían identificarse por sus largas barbas y sus cabellos reposando encima de los hombros. Plutarco nos habla de un tal Alcibíades que poseía una barba de tamaño colosal. Pensaba Diógenes que sólo carecían de barba aquellos que se arrepentían de ser hombres.
Clemente de Alejandría consideraba que el verdadero distintivo del hombre es la barba, su signo mayúsculo de virilidad. Los etruscos y los antiguos romanos dejaban crecer sus barbas. Los senadores romanos acostumbraban conservar la barba como símbolo de su estatus político. La dignidad del patriciado romano se media por la longitud de las barbas. Durante la Edad Media, la barba marcó la separación producida en la Iglesia Cristiana con la finalización del Cisma de Oriente. Durante el siglo XX, el rostro desprovisto de barba se había convertido en sinónimo de civismo e higiene. Sin embargo, entre los años 1970 y 1980, la barba comenzó a ponerse nuevamente de moda. Hoy en día, la barba larga se asocia con determinados grupos sociales y personas con un look alternativo.
Los filósofos sostenían que el hombre era naturalmente barbudo y aceptaban de mal grado esa humillación a la condición primaria de su naturaleza que era el afeitado. En la Biblia el uso de la barba está establecido en Levítico 19:27 cuando establece: “No te cortes el pelo que está a los lados de tu cabeza” y en el versículo 21:5, dice “Que no sean afeitadas los bordes de sus barbas”. De acuerdo con la Cábala la barba de un judío representa una gran energía de Divinidad. Los teólogos se hicieron la pregunta ¿Fue creado el hombre con barba o sin ella? Algunos consideraban que la barba le creció al hombre como consecuencia de su pecado original, Jan Baptista van Helmont sostenía que “Dios hizo al hombre imberbe; pues la barba de Adán era un castigo sobrevenido al primer hombre por la violación de Eva”.
Regresando a Fidel, además de su emblemática barba, gustaba del discurso y debido a eso entró en el libro Guinness de los récords por pronunciar el discurso más largo de la historia. Lo hizo ante la Asamblea de las Naciones Unidas el 29 de septiembre de 1960 y duró cuatro horas y media. Castro comentó: “Mi barba significa muchas cosas para mi país. Cuando hayamos cumplido nuestra promesa de un buen gobierno, me afeitaré la barba”. Descanse en paz.
Imagen: elmostrador.cl
Jorge A. Rodríguez y Morgado
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Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 19 de diciembre de 2016