- La Historia Jamás Contada -
La proximidad de la celebración de HALLOWEEN, sea cual fuere su origen histórico o incluso su uso actual como ocasión para socializar no convencionalmente, una especie de CARNAVAL–pagano, por supuesto-, pero más de la imaginación que del cuerpo, nos coloca nuevamente ante la posibilidad, si nos atrevemos, de mirar en estado de lucidez nuestro interior para conocer la materia de nuestros sueños, no sólo las pesadillas, a las que suele estar asociada.
Pues lo que nos atemoriza y a la vez nos atrae es ESO –Id, en latín- que el Poder nos ha enseñado a ocultar no sólo de la mirada pública sino aún de la nuestra, lo que el “superado” –para algunos- Freud se dedicó a escudriñar sistemáticamente, dando origen al Psicoanálisis, cuya primera taxonomía fue precisamente la triada Id, Ego y Superego: lo que hay, de lo que nos damos por enterados o somos CONSCIENTES y lo que no debemos (¡!) saber y menos comunicar a otros, respectivamente.
Esas vagas imágenes entrevistas de noche, recordadas a medias, experiencias que estamos seguros haber vivido pero sin lograr recordar cuándo o dónde, como en película de David Lynch, pero que en Halloween percibimos por todos lados ya objetivadas, aunque no nos disfracemos o marchemos en la columna, en un verdadero psicodrama en que todos participamos. (Quizá por eso los tradicionalistas se escandalicen tanto de esta inocua mascarada, intuyendo que merma el agarre o presa ideológico-emocional que ejerce sobre cada individuo un Sistema del que son celosos guardianes.)
Pero este lado oscuro, nocturno, de cada uno, no tiene por qué ser necesariamente malo: simplemente no es “bueno” desde la estrecha perspectiva de la moral dominante, en forma similar a la pornografía, también perseguida por restituir al sujeto una porción de su INTEGRIDAD. (En este sentido, el ocultismo vendría a ser una pornografía espiritual, algo de lo que púdicamente “deberíamos abstenernos (¿?) por el bien de nuestra salud”.)
De aquí su íntima conexión con el (neo)paganismo, donde lo esencial de la celebración anual se traslada a lo cotidiano, constituyéndose así un estilo de vida que incluye y alienta la constante comunión con ese Lado Oscuro de la realidad, comenzando por la propia. Esto es ni más ni menos que ESOTERISMO en su significado original: la búsqueda interna de lo Trascendente, a despecho de las religiones exotéricas, donde todo es mediado por objetos y sujetos externos.
Por eso su relación también con la psicodelia y la meditación, así como con todas aquellas técnicas encaminadas a acceder, con plena conciencia, al Saber y Poder ocultos en el interior de cada uno, para los cuales no existe una vía regia –regida y rígida- para alcanzarlos. En eso reside el encanto y atractivo –Reiz, en alemán- del Halloween, que en su diversidad intrínseca, es inmediatamente político al contraponerse a la estructura totalitaria de lo Establecido, haciéndolo además en el terreno de lo supuestamente incontestable: el Más Allá imaginado e inimaginable. (Es curioso, pero al escribir hoy amaneciendo esta conclusión, me siento como después de una noche de campamento en la montaña o una juerga monumental de mi época universitaria, a pesar de haber dormido mis ocho horas completas: es el mismo estado de ánimo.)
Tenemos entonces que el Halloween es una puerta abierta en el muro ideológico en que vivimos encerrados cotidianamente, por la cual podemos entrar y explorar libremente nuestro propio “oscuro” inconsciente, que en ese momento deja de serlo para aportarnos una invaluable información sobre nosotros mismos.
Por algo ya lo afirmaban los Antiguos: ¡CONÓCETE A TI MISMO… Y CONOCERÁS A LOS DIOSES!
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
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