Una vez más insistimos en la asombrosa riqueza en elementos de investigación de los paleoambientes (climas del pasado) e investigación paleoantropológica de Valsequillo, región que molleras romas han creído arca de pingüe negocio. Ante esta trágica y explicable situación, aquí habrá una tribuna desde la cual se debata y defienda Valsequillo de la ignorancia, la estulticia y la voracidad auspiciada e incluso estimulada por ciertos políticos aliados de gánsteres.
En efecto, Valsequillo se ha convertido en escenario de múltiples problemas relacionados con los mecanismos y rutas que permitieron a microbandas de recolectores y cazadores de fauna pequeña poblar el Continente Americano, adaptarse a un medio cambiante y crear las grandes civilizaciones mesoamericanas. El paisaje de selva seca que caracteriza la región, otrora con un clima más frío y húmedo que el actual, mantenía diversos nichos ecológicos en los cuales convivían numerosas especies desde roedores, pequeños reptiles, tortugas, caballos enanos, conejos, camellos, bisontes al gliptodonte, una especie de armadillo gigante, y característicamente a los mastodontes y elefantes americanos que alcanzaron un gran desarrollo en la parte central de México.
La controversia y por ende la importancia de Valsequillo entre los especialistas de todo el mundo, radica en los resultados que diversos investigadores han encontrado en los fósiles de fauna extinta con asociaciones de elementos culturales. No habría mayor sorpresa ya que alrededor del planeta, son abundantes estas asociaciones, sin embargo, en Valsequillo los fechamientos de fósiles y restos culturales no parecen coincidir con el desarrollo de las teorías sobre el poblamiento de América. Uno de esos problemas los han generado hallazgos que desgraciadamente se han perdido para la ciencia. Uno de ellos el cráneo de Dorenberg, y otro el cráneo de Ostrander. En realidad se trataba de fragmentos de un cráneo que fue extraído subrepticiamente y llevado a Estados Unidos al finalizar la década del 60. Los restos provenían de Hueyatlaco, una pequeña franja al N de Tetela, uno de los sitios donde se excavaron extensamente restos de fauna asociada con elementos culturales.
El cráneo de Ostrander- nombre del profesor que lo recibió- fue llevado al Merced College en California, allí se obtuvieron algunas fotografías y algunos antropólogos realizaron algunas mediciones craneales. Aunque no estuvieron disponibles mayores datos, la profundidad reportada del hallazgo, y el sitio mismo, hicieron sospechar que se trataba de un descubrimiento de primera importancia. El profesor Ostrander, proporcionó algunas muestras de diatomeas para que mediante un análisis detallado, se estableciera un rango de antigüedad. El resultado fue el mismo que para el cráneo de Dorenberg, las diatomeas sugerían una edad de unos 80 mil años, fecha más que controversial para el cuerpo teórico del poblamiento americano, el cual según los la mayoría de expertos, no debe exceder de unos 15 mil a 16 mil años máximo.
El profesor Ostrander recibió el cráneo por medios poco ortodoxos y quizá para evitar demasiadas luces sobre él y su colegio, decidió -al menos eso se ha dicho- depositar los restos con un grupo indígena norteamericano quién le dio ritual sepultura.
Dos hallazgos, el cráneo de Dorenberg y el de Ostrander, se perdieron para la ciencia, el debate y la investigación. Flota aun en el ambiente de los cenáculos intelectuales, una sensación de pérdida, pero las discusiones siguen, incluso algunos libros (In search of the First americans, Forbidden Archaeology, The Fisrst Americans entre otros) insisten en la necesidad de realizar investigaciones sistemáticas y con los mejores recursos en Valsequillo.
La doctora Virginia Steen McIntyre, una investigadora en geología de volcanes que más ha participado y sufrido por los hallazgos de Valsequillo expresó “Vienen tiempos excitantes. Los ojos del mundo estarán sobre el centro sur de México, en Valsequillo, donde la edad del hombre americano es empujada más y más hacia atrás en el tiempo. Los depósitos de tefra –del volcán Toluquillo- y sus características jugarán una parte importante en el drama, y ayudarán a los científicos a identificar los sitios antiguos donde se encuentren los primeros hombres con los modernos excavadores” Esperamos que los deseos de la doctora McIntyre no se topen con la asnal expresión de mediocres mercachifles. Ya volveremos.
Alejandro Rivera Domínguez (kosmospuebla@yahoo.com) es director de la Estación de Satélites Kosmos Puebla.
Publicado
originalmente en Saber Sin Fin el 03
de septiembre de 2014