- La Historia Jamás Contada -
De los años 80 a la fecha, ha venido mitificándose el hecho, muy natural, de andar descalzo, cuando en las dos décadas anteriores se había ido constituyendo como tendencia entre la juventud de clase media profesional –universitaria y equivalente- e incluso alta, dejando atrás el prejuicio –“pequeñoburgués”, se decía entonces- anidado en la clase media baja pretenciosa, que lo asocia con la pobreza, mendicidad o vagancia que, sin ser delitos ni mucho menos, también son mal vistas, como corresponde a una capa social que finca en –o apuesta a – la APARIENCIA, el status social de las personas, mientras que en la baja o popular y el medio rural, era tan sólo un hecho de la vida que no se problematizaba mayormente.
Una divertida confirmación de esto la tenemos en Sudáfrica, donde todavía en tiempos del apartheid, los niños tanto negros como blancos se la pasaban descalzos, pero que tras su abolición, mientras los segundos siguen haciéndolo, no así los primeros, cuyos padres ya no se los permiten por considerar que no va con su (nueva) categoría social, en un irónico y trasnochado giro victoriano similar a lo que sucedió en la India tras su independencia de la pudorosa Inglaterra, cuyos flamantes líderes conservaron sin embargo la característica mojigatería de ésta, con el mismo Mahatma pugnando por la destrucción de los relieves eróticos que adornan algunos tempos.)
En un hecho del que somos muy conscientes quienes fuimos niños y adolescentes hace dos generaciones, la descalcez pública ha llegado a ser tema de sensacionalismo mediático, cuando todavía a finales de los ’70 era una opción, entre otras similares, de prescindir de prendas y accesorios que la etiqueta prevaleciente todavía en los 50s, consideraba virtualmente obligatorios entre gente “bien educada” (¿?). (De hecho fue mi padre, que no es precisamente un radical, quien me comentó allá por 1979 u 80, que “gracias a los hippies, ya podemos vestirnos como se nos antoje”.)
Pero no es únicamente muestra experiencia personal, curtida por años de barefooting, sino principalmente la HISTÓRICA de nuestra generación, imbuida en la memoria colectiva de la sociedad, la que nos proporciona un saludable sostén ideológico para perseverar, la misma a que pueden acudir quienes ahora se inician en esta práctica o están por hacerlo. Como con tantas otras tradiciones “perdidas”, sólo es cuestión de recuperar su rastro.
“Parlez à vos voisins!”, urgía una famosa consigna del Mayo francés de 1968 y, un poco más recientemente, le (pre)decía yo a Karla, una amiga estudiante de Psicología en 1988, preocupada por la reacción de sus compañeras a la audición de música clásica (grabada) que preparábamos: “Ya verás que, en cuanto te manifiestes públicamente, otras te reconocerán y harán lo mismo”. Tal como ocurrió. Es sorprendente la cantidad de cosas de las que puede hacernos avergonzar la opinión de la mayoría, desde tener buen gusto hasta… ¡andar descalzos!, jugando en todo esto un papel crucial los llamados “líderes de opinión” que, a base de machacarnos sus ideas, usualmente equivocadas y hasta absurdas, nos llevan a dudar incluso de nuestras más profundas y vitales convicciones.
Como esta perla –con todo y ostra- que encontré apenas el lunes pasado, de un veterano periodista local que, en el párrafo 8, claramente se proyecta. Se trata de uno de tantos “padres públicos”: mentores oficiosos que no desaprovechan oportunidad de corregirnos –y, de paso, adoctrinarnos-, comenzando por el lenguaje.
Resumiendo, el Gran Secreto –o receta- para iniciarse o perseverar en el descalcismo, aún en sociedades tan renuentes a él como las actuales, es buscar EXPERIENCIAS, tanto las propias e inmediatas que nos brinda la práctica aquí y ahora, como las acumuladas y, en cierta manera, codificadas en la Historia cultural de la sociedad. No es tan difícil. Y, de hecho, no lo es en absoluto una vez hallado el sendero y habernos habituado –palabra clave- a transitarlo. Así que... ¡Felices andanzas DESCALZAS!
(Publicado originalmente en Sabersinfin el 29 de julio de 2017)
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: proyectodiez.mx