jueves, 12 de octubre de 2017

Bugs Colón, el mero chingón



Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia.
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) Escritor español.

Luis Fernando Paredes Porras / Masca la Iguana

Ahora nos parece sencillo pero en retrospectiva hay que reconocer el enorme valor que tuvieron los navegantes que surcaban los mares, esto lo vine a comprender ya de adulto, de niño me dijeron que lo importante era saber que se llamaban La Pinta, La Niña y La Santa María las carabelas de Colón.


Era un reto poder decir carabelas y luego explicar lo que era una calavera, que por cierto ya se acercan y otra cosa era una carabela con la cual igual se hacen viajes pero nunca de magnitudes colosales como la de Colón y sus hijos Cristobalitos.

El hijo de Colón es quien narra la historia de su padre en la fantástica película 1492 el descubrimiento del paraíso, a la cual le debo agradecer el asombro que no me transmitieron en las clases de historia universal.

Pero la mayor clase de asombro relacionada con el 12 de octubre la experimenté gracias a Rebeca, una niña de 6 años de edad con un agudeza mental deliciosa quien fue parte de taller de radio que impartí en Tehuacán a mis inicios como productor de radio minimalista. Todos los participantes aportaron verdaderas joyas que atesoro. Ahora Rebeca debe estar terminando la preparatoria y ya podría decir que quien descubrió América, de acuerdo a la versión más conocida, fue Cristobal Colón y no Bugs Colón como mencionó y sostuvo en aquel diálogo grabado que por fortuna conservo.

También conservo como una experiencia fundamental de mi juventud aquel viaje que realicé con mi amigo y hermano Mario Alberto Goya Martínez a bordo del auto de mi padre que me prestó para la travesía de Puebla capital a la zona arqueológica de Teotihuacan, el 12 de octubre de 1992 en el marco de los 500 años de lo que llamaban los asitentes, la invasión al continente. Lo que aprendí ese día me fue significativo y cambió mi manera de ver los hechos comprendiendo  que lo importante del evento no eran los nombres de las carabelas como mi ignorancia infantil sostuvo.

La iguana, de estirpe milenaria, dice que le transmitieron sus ancestros la versión de la llegada de Colón a las Bahamas, por cierto ahora golpeadas por el huracán y que también piensa que se requirió de mucho valor y astucia para hacer el viaje.

De pronto la verdosa deja de mascar y se entristece al recordar la navegación en el Papaloapan y la belleza de su arroyo, diciendo que se requiere la visión de un Colón para su rescate, o de un Fernando o una Isabel, o de jodido de Bugs Colón que ya dijo Rebeca, ese es chingón.