- La Historia Jamás Contada -
Una constante en nuestros países “subdesarrollados”, es la
falta de costumbre de emprender cosas, siempre a la espera de que alguien más
lo haga y luego simplemente recoger los frutos de su iniciativa, lo que
sucede tanto a escala individual como colectiva, de modo que, cuando por
excepción, algunos SÍ la tenemos, la probabilidad de aplicarla en algún proyecto concreto
es prácticamente nula, pues sólo por alguna afortunada casualidad –serendipia,
se le llama- encontraremos con quienes asociarnos para llevarlo a cabo.
Me ha sucedido ya demasiadas veces, incluso con amigos y posibles
socios muy talentosos, pero incapaces de tomarse lo suficientemente en serio
como para continuar el proyecto acordado y que, en el momento decisivo, recurren
a las más inverosímiles excusas con tal de zafarse del compromiso.
Al principio pensaba que se debía a un posible “defecto de
personalidad”, pero con el tiempo he llegado a considerarlo más un “efecto de
campo”, es decir, una situación en que el sujeto no se siente cómodo por estar
fuera de la norma (virtual) del grupo. (Recuerdo a un gran amigo de la adolescencia
que consideraba mi dedicación al piano como algo neurótico, pues para él la
música era tan sólo para "pasarla con los cuates": un efecto del nivel cultural de
su medio. Aunque con el tiempo cambió de parecer y se puso a estudiar música con
más seriedad.)
¿Y cómo sustraerse a este efecto ideológico? Pues mediante
técnicas educativas, como cuando se aprende a leer y escribir. De esa manera,
puede uno familiarizarse con los fenómenos que trae aparejados emprender uno
mismo las cosas, que muchas veces llegan a inhibir hasta a los más entusiastas,
confrontados con un mundo aparentemente impredecible.
Esto es lo indicado técnicamente: no hay mayor misterio en
ello, pero el factor ideológico persiste, sólo que desplazado -y más ahora, con
el inesperado auge oficial del populismo-, por lo que comportarse ya no como receptores
pasivos, atenidos a lo que haya o se nos dé, sino de hacerlo como EMPRENDEDORES,
chocará a más de un atolondrado, que contará con la excusa perfecta para
sabotear cualquier intento individual por salir del ancestral tercermundismo en
que permanecemos estancados, equiparándonos a los explotadores tradicionales: ¡al
fin que ya cuenta hasta con un lenguaje oficial, dictado desde el trono, para
hacerlo!
Por eso, el primer emprendimiento a escala social tendría
que ser precisamente desarrollar una PEDAGOGÍA DEL EMPRENDIMIENTO, esto es, convencer
a las personas de que se decidan a emprender aquello que siempre han soñado, sin
cuidarse demasiado del beneplácito o no de los desalentadores profesionales, y comenzando
además por sí mismos, con la ventaja, en este caso, de tener ya alguna experiencia
de lo que se es, se desea y se puede hacer.
Fue mi caso, entre otros, con el Piano, del que tras 14 años
de no alcanzar mis objetivos por la vía de la enseñanza tradicional, me decidí
a emprender mi propia búsqueda EN CONTRA de lo que supuestamente funcionaba y,
para mi sorpresa, comencé a obtener los resultados apetecidos. Una gran satisfacción
pero, sobre todo la constatación de primera mano de que el decidirse a
emprender algo uno mismo, eventualmente da sus frutos.
¡Así que anímense y emprendan algo que siempre hayan querido
hacer, ES MÁS QUE PROBABLE QUE LO CONSIGAN!
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: pt.slideshare.net