domingo, 13 de octubre de 2019

Por un aumento, pero de calidad, en el transporte público



- La Historia Jamás Contada -

Como ocurre con bastante irregularidad pero inexorablemente, los sufridos -¡y vaya que lo somos!- usuarios del Transporte público de esta Ciudad, nos enfrentamos a partir de ayer con un incremento en el PRECIO del pasaje, de 6 pesos a 8.50 en microbuses y de 5.50 a 8 en combis y urvans, lo que arroja, aplicando la fórmula de: Incremento = 100 x ((actual / anterior) - 1), un porcentaje de 41 2/3 % en los primeros y 45 5/11 % en las segundas.

Aunque como siempre desde que tengo memoria, cuando el Gobierno autoriza un aumento de tarifas, lo “legitima” con la promesa de que servirá para “mejorar el servicio” (¿?). Lo que NUNCA ha explicado es mediante qué operación -alquímica, seguramente- sería factible que esto sucediera. Porque en este asunto, como en muchos otros, la actitud gubernamental es determinante para el curso posterior de los acontecimientos, como trataré de explicar a continuación:

Una de las funciones obligatorias de todo Gobierno, es NORMAR las condiciones en que los particulares pueden prestar o recibir servicios públicos, en este caso de Transporte. Y en este punto, por una afortunada coincidencia ocurrida hace ya más de 20 años, me enteré de que el procedimiento usual para autorizar nuevas rutas, es que los aspirantes se “pongan a mano” con la respectiva Autoridad. Una vez cumplido este requisito -bastante informal y arbitrario, hay que decirlo-, TODO lo demás resulta irrelevante: condiciones físicas de las unidades, pericia y experiencia de los conductores, fluidez vial resultante, etc.

Pero el servicio de Transporte es una actividad técnicamente compleja que abarca varios aspectos interrelacionados, siendo precisamente el de los VEHÍCULOS uno que jamás ha sido descifrado por los responsables del área, aunque nada tiene de misterioso, a condición de que el Gobierno invierta en un LABORATORIO DE PRUEBAS bien equipado y el personal especializado para operarlo.

El objetivo de semejante dispositivo técnico-científico sería TOMAR MEDIDAS –físicas, no burocráticas- de los diferentes elementos internos y externos que componen una unidad de transporte. Internamente: la altura de los estribos para abordarla o desalojarla, anchura del pasillo y de los asientos, distancia entre éstos, altura de pasamanos y  botones de timbre, volumen del estéreo (¡sí!), temperatura y humedad internas, cantidad y calidad de aire circulando,  iluminación… Lo mismo en el exterior, comenzando por una indicación inconfundible de ruta aún en condiciones personales o climáticas adversas, y así con toda la serie de detalles que hacen la diferencia entre un viaje razonablemente cómodo y seguro y la miseria que hemos tenido hasta el día de hoy. Nada más que introducir la ANTROPOMETRÍA y la ERGONOMÍA en esta función socialmente necesaria.

Una vez optimizadas estas medidas –físicas, insisto-, el Gobierno estaría en condiciones de normar oficialmente la parte de la prestación del servicio en cuanto a vehículos se refiere, exigiéndola a quienes pretendieran contar con la autorización.

Otra función gubernamental en este aspecto sería la de establecer los convenios apropiados con las armadoras para que suministraran de fábrica la infraestructura necesaria para implementar las características exigidas.

Es de esta clase de aumentos que nos gustaría saber que también se ocupa el Gobierno, aunque sólo fuera para propiciar un poco de más EQUIDAD entre Concesionarios y USUARIOS del Transporte Público de Pasajeros, algo sin duda en línea con una TRANSFORMACIÓN radical de la Administración Pública. ¿No les parece?



Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad  Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los  comportamientos sociales.

Imagen: ciudadvisible.blog