7 de agosto de 2019
¡Yo soy Esparta!
me digo en una especie
de mantra,
de discurso sintetizado,
de grito sólo para mí,
mientras me enfilo
a mi futuro cercano
imagino en mi cuerpo
músculos de más;
veo que la franela y el algodón
de hierro forjado son,
y mi mirada cansada
de usuario cibernético
troca en dos lanzas
de fiero guerrero.
Sigo avanzando,
ya estoy cerca,
en mi cabeza retumba:
¡Yo soy Esparta,
retroceder ni un centímetro!
casi listo,
me coloco en posición de ataque
mi piel se tensa
y de pálida oficinista
pasa a rojiza
y luego a morada,
mi ímpetu parece aminorar
y a punto de retroceder
me digo:
¡Yo soy Esparta!
logro no dar marcha atrás,
pues ya aclimatado
sé que mantendré mi rutina
de ducharme con agua fría
para empezar el día.
Me contento al volver
al presente
y vestir nuevamente
mi jean popotito,
aunque en mi cabeza
el grito de combate
aguarda para ser usado
otra vez mañana
alrededor de las siete.
