miércoles, 10 de julio de 2019

Bioinsecticida a base de células del árbol de neem fue patentado


MEDELLÍN, 09 de julio de 2019 — Agencia de Noticias UN-


El bioinsecticida fue creado por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín como una solución de manejo integrado de la “oruga negra” –nativa de regiones tropicales y subtropicales de América–, que en su etapa de larva puede causar daño significativo a los cultivos si no se controla de forma adecuada, según explica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Indica además que aunque el gusano cogollero –u oruga negra– prefiere el maíz, también puede alimentarse de más de 80 especies de plantas, incluyendo el arroz, la caña de azúcar y el algodón.

De ahí la necesidad de crear un producto inhibidor de la plaga, el cual se preparó a base de células de árbol de neem (Azadirachta indica), que proviene de zonas secas del sur y sureste de Asia y se introdujo al Caribe y a América.

Inicialmente el extracto elaborado por los investigadores es semisólido, pero cuando se le integran aditivos protectores y estabilizantes pasa a ser un producto líquido.

El profesor Fernando Orozco Sánchez, de la Escuela de Biociencias de la Facultad de Ciencias de la UNAL Sede Medellín y uno de los inventores, manifiesta que el bioinsecticida es innovador, pues lo que se encuentra en el mercado es una formulación a base de extractos de semillas de neem, pero “hasta ahora no se conocía una formulación obtenida a partir del cultivo de células vegetales, ni las etapas para producir y separar el ingrediente activo con fines insecticidas o antialimentarios para insectos”, destaca.

Producto innovador

Otra novedad del bioinsecticida son los aditivos para protegerlo de la luz y hacerlo más duradero. Su efectividad es comparable a la de insecticidas químicos comerciales y se probó en plantaciones en campo en la Estación Agraria de la Sede, Cotové (Santa Fe de Antioquia). Por su acción y aplicación no es tóxico para animales vertebrados o insectos benéficos como las abejas.

Además tiene la ventaja de que se puede producir en recintos cerrados, “así podemos abastecer mercados sin necesidad de expandir la frontera agrícola ni tumbar bosques o selvas para hacer otras plantaciones”, comenta el profesor Orozco.

Otra característica positiva es que en las aguas y en los suelos se degrada en menos de una semana, contrario a los productos químicos convencionales que realizan este proceso durante semanas o incluso meses y que pueden ser perjudiciales para la salud humana.

Comercialmente, después de realizar un estudio de prefactibilidad económica, se identificó que el nuevo producto está dentro del intervalo de precios de los insecticidas comerciales, que están entre 15 y 350 dólares el kilogramo, mientras el del bioinsecticida patentado oscilaría entre 70 y 320 dólares, según la formulación específica.

Para el académico, la patente es un logro significativo teniendo en cuenta el escaso presupuesto destinado en el país para investigación. También “es un ejercicio importante, un paso para seguir avanzando y una demostración de que en el país podemos desarrollar biotecnología que se podría extrapolar a otra gran cantidad de recursos naturales”.

Aunque se demostró la eficacia del extracto para el control del gusano cogollero, el bioinsecticida puede ser potencialmente útil para el control de otros insectos como mariposas plaga (lepidópteros), mosca blanca, minadores, trips, dragón amarillo y diversas plagas que atacan cítricos, tomate, café, papa, hortalizas, cereales o frutales.

Aporte al agro nacional

El proyecto de investigación para la elaboración del extracto comenzó en el 2000, y en 2015 se sometió a solicitud de patente, la cual fue otorgada recientemente con vigencia hasta mayo de 2036.

Los demás inventores son el profesor Rodrigo Alberto Hoyos Sánchez, de la Facultad de Ciencias Agrarias, y los ingenieros biológicos Anny Daniela Martínez Mira, Juan David López Taborda, Juan Carlos Oviedo Ramírez, Leidy Carolina Zuleta Castro, Santiago Benavides López y Andrés Vásquez Rivera.

Lida Tamayo, jefe de la División de Extensión de la Dirección de Investigación y Extensión de la Sede, manifiesta que “la Universidad está buscando un aliado comercial y técnico, pues aunque es claro que el producto tiene las propiedades se debe desarrollar para que llegue al mercado, y licenciarlo”.

Agrega que “lo importante de la patente es que se está generando desarrollo científico muy enfocado a lo que es la tendencia de productos que no atenten contra el medioambiente. Es importante tener esa consciencia”.

Según el profesor Orozco el trabajo no termina con la patente; el siguiente propósito es mejorar la formulación y el proceso, además de extrapolar la tecnología desarrollada para obtener extractos medicinales a partir de células de especies nativas de plantas colombianas.

Fuente: agenciadenoticias.unal.edu.co