Una resultante de la llamada CULTURA DE MASAS, es la
sensación que tiene quien la consume, de que tan sólo por ser asiduo a ella se ha
forjado –imperceptiblemente, palabra clave- un impresionante bagaje de
conocimientos universales –o casi- a precio de nada, que no desmerece junto al de
los eruditos “convencionales” que dedican la mayor parte de su vida a conseguirlo
y sólo en parcelas de saber muy reducidas.
El típico ejemplo de esto son los adictos a los canales “científicos”
de la televisión, cuyos temas y opiniones no sólo citan para impresionar a sus contertulios
en ausencia de algún tema concreto, sino que incluso blanden como la Autoridad suprema
en alguna controversia especialmente difícil de zanjar: una especie de Biblia o
Evangelio de la Verdad científica revelada.
Pero hay de categorías a categorías. Recuerdo al escucha de
un programa de Radio abierta en el cual yo participaba, que solía exponer las
opiniones más pedestres sobre cualquier tema amparándose en… ¡su falta de
estudios formales!, al que la titular además le “daba cuerda” haciéndolo sentirse
superior a cualquiera con experiencia académica… Hasta que llegó la ocasión de
hacerle ver su lastimosa falta conocimientos –históricos, en ese caso-, que lo llevó
a alejarse durante un mes o algo así del teléfono, para consternación de su
populista alentadora.
El tema de los seudoexpertos viene de muy antiguo, como lo
expresa el título de este artículo, una conocida admonición cuyo origen refiere
Plinio el Viejo en una historia que no deja de ser divertida (ver el LINK),
pero que en tiempos recientes ha adquirido la magnitud de una verdadera
epidemia gracias a las facilidades que proporciona la Internet para la difusión
de las más variadas opiniones, sean fundadas o no.
Con motivo de las guerras de propaganda inevitables durante la
época electoral, que en nuestro País equivale a PERMANENTEMENTE, hemos visto surgir
una extensa cantidad de opinadores emitiendo con desparpajo los más inverosímiles
análisis e interpretaciones sin más sustento que sus propias “ganas de creer”, sintiéndose llamados por el Destino, encarnado
ya en el Elegido: ¿de los Dioses? No, tan sólo de sus votantes, siendo objetivos,
pero que por haberlo elevado éstos a la categoría de profeta, consideran llegado
el tiempo de la realización fáctica de sus sueños y visiones, aunque para esto haya
de llegarse, paradójicamente, a negar la Realidad.
Por esta corriente -en ambos sentidos- nos hemos enterado de
las más especiosas explicaciones, justificaciones, racionalizaciones y toda
clase de maromas intelectuales que “demuestran” sin lugar a dudas –al menos
para los creyentes- que todo cuanto provenga de él -¿con minúscula o
mayúscula?- es lo correcto, aunque por
sus efectos parezca exactamente lo contrario.
¿Pero quiénes somos nosotros para contradecir los dichos de tan
vociferantes “expertos”… en nada?
Como siempre, un rastreo de las credenciales académicas de
estos “sabios” mediáticos podría proporcionarnos una valiosa información acerca
de la validez de sus declaraciones a la hora de interpretar nada más que los
HECHOS.
SENCILLO EN PRINCIPIO, ¿NO CREEN?
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: Internet
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