14 de junio de 2019
Tres cucharadas de miedo,
dos de angustia
y un chisguete de lágrimas
fueron los aderezos mañaneros
del café que oradó
su estómago desprotegido;
como barreno en fango
el pesimismo
penetró su cuerpo/mente
y la inoculación avanzó sin remedio.
La rutina mañanera
repitiose una y otra vez
hasta que el niño
temió ser niño
y el adulto ser adulto.
Al paso de los días
el crío perdió su alegría
y el maduro su bendición.
Con el tiempo acumulado
la usanza devoró
el futuro y el aplomo.
Corrosiva dieta
que seca estómagos,
aniquila esperanzas
y socava sueños;
veneno mortífero
que intoxica rápidamente
la mirada tierna,
el verbo sano
y la acción fraterna.
Cuadro clínico
que a veces tiene cura
con amistad incuestionable,
con empatía dorada
y amor incondicional.
Café en ayunas
de miedo, angustia y lágrimas
que rebasa con mucho
las secuelas del café convencional...
