-El
soplo de Euterpe-
Nosotros también cantos nuevos elevamos
Aquí también las nuevas flores están en
nuestras manos
Canto Náhuatl
El año mil fue el
escenario temporal de cambios profundos en la sociedad europea. El clima benigno favoreció el desarrollo de
métodos agrícolas más eficientes y productivos. La población tendió a un
crecimiento constante y, en consecuencia, novedosas maneras de leer la
realidad. Al comenzar el siglo XII, Europa había igualado en muchos aspectos la
refinada cultura del Islam. Aquel siglo vio florecer tres grandes doctrinas
acerca del amor, ideal que abría senderos nuevos al conocimiento del hombre
como criatura capaz de definirse a sí mismo.
Guillermo de Saint
Thierry en sus obra De contemplando Deo
y sobre todo De natura et dignitate amori, que data de 1118, proponía que el amor nos
iguala a Dios y nos lleva a conocernos a la luz de nuestra propia grandeza. El
siempre luminoso Abelardo, afirmaba en su magna Introductio ad Theologium escrita en 1121, que el amor es una
acción de sacrificio que descansa en el desprecio y la humillación de sí mismo,
siempre que el ser amado goce con ello y por tanto, se glorifique en el
sufrimiento del otro. Así, el dolor emocional da luz a la fuerza indefinible e
irracional del amor.
Otro pensador que
reflexionó en torno al amor humano, carnal, ideal inalcanzable o bien
cotidiano fue Bernardo de Claraval, uno
de los primeros expedicionarios de las Cruzadas a Tierra Santa, escribió la
notable obra De Diligendo Deo de
1127, impone el concepto europeo de hombre amoroso, en claro contraste con la
búsqueda medieval de la beatitud, anclada en la búsqueda del paraíso para el
alma. El amor, libre de las cadenas teológicas, es renuncia al sentido de la
pureza abstracta, este sentido se desplaza hacia una idealización del entorno
femenino. El trovador, un nuevo
mensajero, no necesariamente aspira poseer a la dama. Se vive en las trovas, la
frustración de no alcanzar la realización del acto amoroso. El trovador expresa
distancia y melancolía, un ideal femenino que no alcanza, es inasible, casi
etéreo, sin embargo, es la representación de un amor humano, carnal. Otro es el
amor místico, cuya representación es un mundo divino, que desemboca en un
objeto extraordinario y misterioso.
Los trovadores y
poetas hablaban la Lengua de Oc simiente del francés. Estos trashumantes
cantores vagaron por el sur de Francia, España, norte de Italia e incluso
fueron apreciados en Alemania. El aporte de los europeos del siglo XII abrió
las ventanas a nuevos conceptos revolucionarios. El objetivo primordial del
amor, es el goce, disfrutar los regalos de Dios entre otros el amor
carnal. La música europea abandonaba el
claustro, caminaba por las aldeas y los palacios, permeaba las almas que
lentamente despertaban a reconocerse como obras de Dios y dignas del disfrute
de la vida.
La música de los
trovadores pensada para acompañar poemas y luego entonaciones para decir su
pensamiento, recibió influencia de la música árabe que penetraba a través de
los Pirineos y venía del luminoso Al Andalus y otro poco de la adusta música
cátara cuya rigidez servía de marco para decir poemas.
Siglo XII europeo
luminoso que enciende el alma para conducirla al más allá. Pero el amor es,
esencialmente, un arte que estremece el sentido y oculta, como misterio, el
nombre de la dama. La mujer es un imaginario, un llano y simple abstracto
amoroso.
Poco hay, no
obstante, la popularidad de los trovadores por al menos, dos siglos. En Francia
se conocen al menos 246 composiciones de trovadores bien estudiados.
Sólo de Bernard de
Ventadour se conocen diez y ocho
composiciones. La notación musical era primitiva y tosca, expresada
mediante notas cuadradas, sin preocuparse por el rimo o la altura de la clave,
incluso la duración. Permanece la supremacía de las líneas melódicas, el
acompañamiento para la palabra. En esta aparente debilidad, radicaba justamente
la riqueza del trovador, él interpretaba libremente la música en tempo rubato,
tiempo flexible y rico en expresiones. Con estas herramientas, el trovador
expresa el goce, la dicha de vivir y amar, expresar aquel amor oculto pero al
tiempo liberador.
He aquí un verso en
lengua de Oc de las venerables canciones trovadoras.
Tot jorn melhur et
esméri ,
Car la gensor sérv e coli
Del mon, çó us die in
apert
Sieus sui del pó tro qu´en cima,
E si tot venta ilh fried¨ aura
L´ amors qu´inz el cor mi plou
Mi ten chau ton plus ivérna
Todos
los días me mejoro y me refino
Pues
sirvo y reverencio a la más gentil del mundo
Os
lo digo sin rodeos, soy suyo de pies a cabeza
Y
aunque sople el aire frío , el amor que llueve sobre mi corazón
me
mantiene caliente en lo más frío del invierno
Recomendaciones:
i.-Trobadours occitanes des siecles
XII et XII.
Clemencic Consort
ii.-Richar Coeur d´Lion
Trobadours et trouvers.
Alla Francesca.
iii.-Bernard de Ventadour
Quan l´erba fresca e´l folah par
iv.-Giraut de Bornelh
Non puesc sofrir.
Alejandro Rivera Domínguez, miembro de la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com.