8 de enero de 2019
Sabersinfin
"Saber acompañar es un arte,
es un escalón en el camino a la humanización propia y colectiva".
Abel Pérez Rojas.
No cualquiera puede ser un buen acompañante de vida, porque aunque no lo queramos, de una u otra manera cruzamos esa línea en la cual empezamos a entrometernos en la existencia de quien tenemos enfrente, peor aún, usurpamos lo que le corresponde vivir a las demás personas.
A veces convivimos diariamente durante muchas horas con algunas personas que terminan convirtiéndose en nuestros principales compañeros por motivos de trabajo, por circunstancias de la vida o por cuestiones familiares.
La cercanía hace que afloren las virtudes y los defectos al por mayor.
En esas circunstancias valoramos enormemente establecer relaciones saludables de interacción; cuando sucede lo contrario, nos percatamos que con detalles mínimos el trato se torna ríspido y desagradable.
Está claro que hay de compañeros a compañeros.
Muchas personas pasan por nuestra vida y se van sin que al menos recordemos sus nombres, sin embargo, hay quienes transitan por nuestra vida y la transforman para bien sin importar el lapso y el tipo de relación.
Es algo codiciado cuando esas personas que “tocan” nuestro interior se convierten en buenos amigos y en buenos acompañantes de nuestro camino.
Saber ser un buen acompañante es algo que se desarrolla poco a poco, se cultiva en las condiciones favorables y en los malos momentos.
Diversos conocedores del tema coinciden en que los buenos compañeros o acompañantes de vida son amables, atentos, sinceros, resuelven nuestras dudas, aprendemos mucho a su lado, no buscan aprovecharse de nosotros, son discretos, nos alientan y nos hablan con la verdad.
Creo que sintetizó muy bien todo lo anterior Albert Camus, el famoso novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés quien alguna vez dijo:
“No camines detrás de mí, puedo no guiarte. No andes delante de mí, puedo no seguirte. Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo”.
Saber acompañar y ser un buen compañero de vida es un arte, y quien lo consigue es un artista de las relaciones humanas.
Hace poco escribí un poema titulado: Acompañar no es sustituir, a propósito de lo que aquí vengo reflexionando.
Te comparto unas líneas:
Acompañar no es sustituir,
acompañar es comprender,
es caminar juntos
sin cambiar las pisadas propias,
es colocarse en otras sandalias
para enfocarse y atenuar los ánimos.
No es pretender solucionar asuntos ajenos,
es saber ver, oír y callar,
es conocer el momento oportuno para hablar.
Quien acompaña se compromete
a que el de enfrente sienta
el abrigo lindante,
calor que no hostiga y sí reconforta.
Acompañar es un arte,
es un escalón en el camino a la humanización,
es compartir el pan, la sal
y las búsquedas trascendentes;
es no sólo pensar en el bien propio,
también en el valor de lo que significa el "nosotros".
No es fácil encontrar personas que sepan acompañar nuestro andar, sin embargo, tampoco es imposible hallarlos, es más, probablemente tengamos varias personas a nuestro alrededor con dicha cualidad y no nos hemos dado cuenta.
También vale la pena reflexionar qué tan buenos acompañantes somos y si hemos tomado consciencia de la confianza que han depositado otros en nuestras manos, entregándonos más de lo que nos hemos percatado.
Una excelente oportunidad para progresar en nuestros esfuerzos evolutivos es esforzarnos en ser buenos acompañantes de la vida de los demás y de la propia.
Vale la pena tomar consciencia de todo esto.
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente. Dirige Sabersinfin.com