domingo, 7 de octubre de 2018

Cultura y diversidad cultural


- La Historia Jamás Contada -

Entre las innovaciones propuestas por la también (relativamente) nueva cúpula gubernamental que entrará oficialmente en funciones el próximo 1º de diciembre, está la creación de una Secretaría de Cultura, anuncio que nos ha llevado inmediatamente a todos quienes estamos activos o, cuando menos, interesados en dicho campo, a plantearnos la pregunta filosófica: ¿Qué %& se entiende por CULTURA?

Sí, porque es uno de esos conceptos que admite casi cualquier definición, desde la antropológica que afirma es todo aquello no natural sino fabricado, hasta la que sólo confiere este título a las más exquisitas de tales creaciones, ocasionalmente subrayando esta cualidad con el adjetivo previo “alta”. (En inglés esto se denota muy gráficamente con la expresión “high-eyebrow culture”, literalmente “cultura de ceja levantada”, aludiendo a la típica expresión facial del connoisseur al juzgar alguna manifestación de esta clase.)

Sea lo que fuere a dicha profundidad de reflexión, es innegable que la Cultura siempre ha tenido una connotación política en tanto vehículo per se de IDEOLOGÍA, sea ésta la dominante o, por el contrario, una que confronte o resista al Poder establecido. Por eso todo Estado que se precie elabora una que constantemente reafirme su hegemonía al interior de cada sujeto: la CULTURA OFICIAL.

Por eso ahora, a punto de entrar una que esperemos no sea la misma de siempre -aunque tal vez un poco más MORENA-, conviene contar con una sólida referencia previa que permita a cada uno, en tanto individuo, asumir una ACTITUD consecuentemente autoafirmativa frente a ella, para no repetir el conocido y fatal error de interiorizarla sin más, sintiéndonos desde el fondo de nuestro corazón lo que el Estado desea nos sintamos, como sucedió con la GENERACIÓN DOMADA a que aludí en un artículo anterior.

Esa referencia sólo puede provenir de nuestro ser social objetivo, esto es, la forma concreta en que hemos construido nuestra vida presente, tanto a través de las sucesivas generaciones -filogénesis- como durante nuestra propia evolución PERSONAL -ontogénesis-.

Y es aquí donde adquiere toda su importancia un concepto muy manoseado tanto oficial como mediáticamente, pero poco comprendido tanto en su profundidad como, sobre todo, sus implicaciones prácticas: la DIVERSIDAD CULTURAL intrínseca a una sociedad moderna.

Así es, pues sólo se reconocen dentro de ella las expresiones étnicas que coincidan con los supuestos míticos de la nacionalidad, tal como fuera definida y, de hecho, construida por el Estado ¡pos’ revolucionario! -nótese el giro coloquial “popular”-, y no la ingente cantidad generada desde todos y cada uno de los muy diversos grupos sociales que han venido interactuando y/o surgiendo a lo largo de la etapa contemporánea de nuestra Historia, cuando menos.

Esa enorme riqueza cultural, a pesar de ser la expresión concreta de la MAYORÍA de la población, nunca fue tomada en cuenta y menos aún apoyada o promovida por un Estado paternalista que a través de su actitud TOTALITARIA también en este aspecto, siempre trató de imponer a todos los habitantes una IDENTIDAD NACIONAL que le permitiera deslegitimar sumariamente cualquier otro proyecto de vida.

Sí, la  CULTURA, pese a ser simbólica, es una actividad altamente POLÍTICA. ¿Será capaz el nuevo Gobierno de TRANSFORMAR –aunque sea por primera y no por cuarta vez- su gestión? ¿O tendremos más de lo mismo?

Como en el ajedrez, ES SU TURNO DE JUGAR.



Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso  de los comportamientos sociales.

Imagen: discursoytradicion.wordpress.com