Todos los aficionados al Misterio tuvimos que comenzar
alguna vez. Afirmación que suena a perogrullada, aunque estrictamente no lo es
porque… ¿cuántas veces no nos hemos
hecho esa pregunta analizando nuestra “curiosa” costumbre de buscar en lo
conocido –research- tratando de dar con algo que sospechamos está ahí? ¿Pero
dónde, tan sólo en nuestra imaginación o en algún repliegue de la realidad
objetiva?
Y la califico de curiosa porque ciertamente no la manifiesta
la mayoría de la gente, que se queda con lo que le dan, sin indagar y menos cuestionarse
sobre la veracidad, exactitud o validez de lo que se afirma oficial, popular o
mediáticamente sobre un tema dado. ¿Qué nos deja tan insatisfechos de tales afirmaciones que
sentimos casi la compulsión de planteárnoslo todo nuevamente?
Un hecho también curioso, pues una vez habiendo dado con LA respuesta, deberíamos
haber continuado con nuestra vida ordinaria, como si una especie de psicoanálisis
espontáneo nos hubiera librado de la obsesión por encontrarla.
Seguramente la pasión que sentimos por investigar misterios
responde a un imperativo más profundo que nos hace reincidir en la búsqueda,
aunque contemos -en apariencia- con toda la información disponible sobre el
caso.
Pero aquí es donde aparece la cuestión central: si ya todo
está investigado, ¿dónde habremos de seguir investigando? La respuesta lógica
no puede ser otra que… ¡en el mundo de todos los días, donde no sucede –o no debería
suceder- nada nuevo!
Pero si las cosas se han vuelto demasiado conocidas, se debe a que en algún momento hemos dejado de prestar atención a otras nuevas o nuevos
aspectos de las primeras. (Aquí viene la cuestión del sentido común, que de apoyo
se convierte en obstáculo al impedir ensayar otras interpretaciones de la
realidad.)
Aunque estas reflexiones son válidas para la investigación en
general, cuando se aplican a lo muy difícil de desentrañar, como el Misterio,
resultan determinantes al penetrar decididamente en el trasfondo de lo
convencionalmente aceptado, su “dimensión desconocida” por decirlo así, dándonos
una nueva visión de lo que teníamos hasta entonces por incuestionable, algo muy tentador,
sin duda alguna. (El mismo Psicoanálisis es un ejemplo de lo que puede aportar
indagar en lo misterioso cotidiano, como los sueños.)
¿Y a cuántas cosas “obvias” no podríamos aplicarles también la
metodología de la investigación del Misterio? Si somos capaces de buscar – y,
eventualmente, dar con- misterios en lo conocido, obtendremos en principio dos
cosas: reconocer que no lo conocíamos todo y, además, que la Realidad es más
misteriosa de lo que dábamos por hecho, quedando aún mucho por explorar.
Por eso, si refinamos nuestra sensibilidad para el Misterio aplicándola
a lo cotidiano, como son los lugares conocidos y los hechos acostumbrados, además
de hacer más interesante nuestra vida, podremos comprender mejor la Realidad al
contar con nuevas perspectivas desde donde contemplarla, analizarla e
interpretarla, resultando con mejores posibilidades de INTERVENIRLA cuando así
lo consideremos necesario.
SÍ, INDAGAR EN EL MISTERIO PUEDE SER DE UTILIDAD PRÁCTICA.
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: Internet
Imagen: Internet