- La Historia Jamás Contada -
Para la mayoría de quienes hemos decidido pasar descalzos la
mayor parte o todo el tiempo y realizar así nuestras actividades acostumbradas,
no fue cosa trivial adoptar dicho estilo
de vida. No por falta de ganas, pues prácticamente las tuvimos siempre,
sino por no vernos reflejados y multiplicados en la cantidad suficiente
de individuos que confirmara su legitimidad social: un mero detalle demográfico,
aunque de consecuencias ideológicas.
Ya en el primer artículo de esta serie sobre la Historia Cultural
del Descalcismo, titulado DESCALZOS EN LA
CIUDAD, hacía referencia a que hace apenas poco más de una generación, las
cosas eran muy diferentes y bastante mejor equilibradas, permitiendo a muchas más
personas expresarse de esta manera.
Pero desde entonces, las cosas fueron reacomodándose -¿o
distorsionándose?- de tal manera, que ahora pesa un extraño pudor sobre esta
práctica, alguna vez de lo más natural, al grado de haberse creado mitos de lo
más inverosímiles sobre los peligros de andar simplemente descalzo.
Son circunstancias adversas que pueden resultar insuperables
para aquéllos especialmente tímidos, que deben resignarse a ser descalzos
de clóset o, cuando mucho, serlo en entornos u ocasiones muy
especiales y restringidas, como reuniones o caminatas básicamente privadas con personas
similares o tal vez hasta en festivales masivos de corte ecologista o New Age, en los
cuales el descalcismo tiene un lugar, lo que no está mal, pero que no llevan al
aspirante a evolucionar en su práctica.
¿Qué hacer entonces? La respuesta sólo puede ser una: HACERLO CON ESTILO PROPIO, esto es, imprimiéndole
un sello muy personal a lo que se haga, en franca autoafirmación contra los prejuicios y condicionamientos morales –pues de costumbres se trata- generalizados merced al adoctrinamiento
formal o informal, exactamente como en la Política. (También como en ésta, se
trata de una cuestión de Poder.)
Esto implica desarrollar una IDEOLOGÍA que dé cuenta tanto de las razones como de los objetivos
por los que uno(a) se aparta de la masa para hacer su propio camino –en este
caso, descalzo-. No es cuestión de
convencer a nadie, sino de tener claro el proyecto que se trae en mente para
no desviarse o, de hacerlo, recuperarlo tan pronto como sea posible.
Bienvenido todo apoyo y acompañamiento externo, aunque somos
nosotros mismos quienes debemos definir nuestras metas y descansos de acuerdo a
nuestra propia evaluación y comprensión del proceso, lo que exige una buena
cantidad de REFLEXIÓN, como en el
Arte en general… ¡Y vaya que hay arte en desarrollar un estilo!
Resumiendo, en este asunto del descalcismo, como en
cualquier otro proyecto de vida que valga la pena, se trata de no caer en la
autocomplacencia y quedarse en los primeros pasos, algo narcisistas y
semiprivados, sino ir más allá del nivel aceptado -o tolerado- hasta ahora y
establecerse como un miembro de la sociedad con todos sus derechos y sus propias
convicciones al respecto. ¿No les parece lógico?
Así que, SI DESEAS ANDAR DESCALZO, ¡HAZLO CON TU PROPIO
ESTILO, no con el que a tus oponentes les gustaría!
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: Internet