domingo, 29 de septiembre de 2019

El espíritu del PRI



- La Historia Jamás Contada -

Fue en 1985, una tarde que conversábamos en un café los integrantes del -hasta donde sé- primer Taller de Sexología que hubo en esta Ciudad, que expuse mis hallazgos sobre la entelequia conocida como “identidad nacional”, resultado de mi propia investigación filosófica –crítica, desde luego- acerca del “ser del mexicano”, tema caro a algunos de los más connotados filósofos e intelectuales de nuestra modernidad posrevolucionaria.

En síntesis, lo que  hallé fue que, para el Partido en el Poder, el “espíritu de lo mexicano” había de buscarse en lo profundo de la tierra o en lo recóndito de la sierra o la selva, tareas de la Arqueología y la Etnografía, respectivamente, con la implicación de que cuanto más profundo se encontrara o más inaccesible fuera, más (quinta)esencialmente “mexicano” (¡!) sería lo hallado, afirmación que no por delirante, dejó de tener sus entusiastas y hasta fanáticos seguidores.

En un primer momento, esta peculiar forma de definir lo mexicano funcionó como ideología de legitimación del Partido, pues convencía a quienes querían sentirse verdaderamente mexicanos de resignarse a vivir como “inditos” –es decir, en la miseria no sólo material sino en cuantos aspectos conforman la vida-, sin exigir ninguna mejora material o de servicios al Gobierno, orgullosos de su glorioso pasado, las famosas “raíces” de los discursos oficiales.

Esta ideología, a su vez, se convirtió en el núcleo tanto de su necesaria autosustentación o mantenimiento como cultura popular a través de los tradicionales rituales participativos y la difusión mediática como, sobre todo, de una EDUCACIÓN  PÚBLICA cuyo objetivo prioritario era formar a las sucesivas generaciones de ciudadanos aquiescentes, incapaces ya de concebir siquiera otra forma de ser, no sólo mexicano sino cualquier cosa fuera del molde prescrito. Por eso la desmedida importancia de lo folklórico –Kitsch- sobre lo académico, técnico o convivencial –“cívico”, en el sentido propio de la palabra- a pesar de que, formal y declarativamente, la Educación estaba para ocuparse de estos aspectos.

Pero la consecución de tan mezquino objetivo no podía lograrse sin una férrea CENSURA de todo lo que, proviniendo del exterior, pudiera sembrar en el imaginario social la idea de que era posible vivir de otra manera, más acorde con el desarrollo real del Mundo para entonces, maniobra que el Partido oficial no tuvo empacho en aplicar a cualquier costo, incluso recurriendo a los grupos más “moralmente” retardatarios. (Por eso caractericé a la ideología dominante autóctona como “clerical-priísta” –en ese orden-.)

Con todo, siendo el PRI el Partido gobernante y, por tanto, necesariamente en contacto con la sociedad mexicana real, tuvo que ir cediendo, así fuese a regañadientes, lográndose de esa forma algunos avances, aunque a destiempo.

El riesgo ahora es que el “nuevo” (¿?) Régimen, lo mismo sus protagonistas que su base social, parecen tener nostalgia del PRI, demostrándolo a cada paso al traer nuevamente a escena decorados  y gestos que ya dábamos por desechados, como si el ESPÍRITU DE LO MEXICANO que anidaba en el alma del Partido hubiera transmigrado a ellos, convirtiéndolos en una suerte de priístas fundamentalistas, cuyo τέλος en el fondo no es otro que restablecer a Aquél en su pureza primigenia, antes de su Caída en el Neoliberalismo.

Por fin, ¿SE TRATA DE POLÍTICA O DE RELIGIÓN?



Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad  Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen: Internet