25 de julio de 2019
La indiferencia
como frío dardo perfora
el corazón maltrecho de aquel actor,
mientras unos dedos de seda
de su historia a cuestas
vacían las últimas monedas
de su bolsillo parchado,
un reflector mudo languidece
al momento que dos enamorados
-la única audiencia del lugar-
se vacían en besos
de esos que preceden al sexo.
El artista,
la ex estrella del senil escenario
de aquel teatro pasado de moda,
se entrega como si en ese acto
estuviera de por medio el Premio Tony
al mejor actor principal.
La escena transcurre,
el reloj avanza,
el taquillero en funciones de director,
de iluminador y tramoyista bosteza,
mientras únicamente
en la imaginación del intérprete solitario
cada una de las butacas
de aquel lugar
están ocupadas
por personalidades
que visten de gala,
y en el palco principal,
la bella dama con vestido empedrado
sigue uno a uno sus movimientos,
sí, aquella juvenil silueta
que le arrancara
la última gota de valor
para abandonar
aquel salón en ruinas.
En una especie de universo alterno
o paréntesis del tiempo,
el histrión sigue entregándose
como si en esa escena
estuviera de por medio el Premio Tony
al mejor actor principal
en una obra de Broadway.
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente. Dirige Sabersinfin.com
