Es tanto el prejuicio socialmente acumulado contra el hecho
de andar descalzo, que resulta casi inconcebible plantearlo como una cuestión
de status, esto es, una manera de afirmarse en el propio entorno social, como prácticamente
lo hacemos todos cuando usamos alguna prenda característica –zapatos incluidos,
por supuesto-.
Pero no siempre fue así. Hubo épocas en que los pies desnudos
adquirían un gran significado simbólico en determinadas ocasiones de gran solemnidad,
no en sentido penitencial, al que ha quedado confinado actualmente, sino en
otras de carácter muy distinto, en que formaban parte de la obligada etiqueta.
(Algo de esto aún persiste hoy en día, aunque ya muy desdibujado debido a la
irrupción de la "modernidad" en todas las áreas de la vida social.)
Ahora que todo está “desencantado” (Weber), ya no existe un pretexto
trascendental para aparecer descalzo en público, salvo si se está participando
en una manifestación o campaña en favor de los más pobres. Por ejemplo… ¡para
dotarlos de calzado! (La ironía no es retórica mía, sino que de hecho así
sucede.)
Pero no deja de haber cierta nobleza en emular a los
Pioneros norteamericanos, muchos de ellos efectivamente descalzos, que
construyeron su País. (¿Quién no ha oído cuando menos hablar de Johnny
Appleseed, el legendario héroe popular que realmente existió?)
Y lo mismo va para muchos otros individuos cuya condición de
descalzos, voluntaria o por necesidad, no les impidió destacar o incluso
influir decisivamente sobre sus contemporáneos. Con sólo escarbar un poco en la
Historia podemos ir dando con ellos.
¡Ah! Y no olvidemos a los artistas cuyo no-calzado es su prenda
característica, sea dentro del escenario o en su vida diaria, como quienes se
instalan en la Bohemia –“vida de artista”, la defino yo-, sin cuidarse de las “costumbres
burguesas” -como se decía antes del descrédito de la Izquierda política-.
Así que por fuentes prestigiosas no paramos, no sólo en la
Historia sino también en la Mitología, antigua y contemporánea, donde siempre
han existido héroes y heroínas que prefieren no usar calzado. Y como el personaje
heroico vuelve nuevamente a estar en auge, siempre habrá a quien EMULAR, cuando
menos en su retadora actitud de no ajustarse a las convenciones de la época. (Incluso
existen antihéroes, como el Barefoot Bandit de la vida real, cuyas “hazañas”
criminales ya han sido contadas.)
La tradición del DESCALCISMO, con lo mítica que pueda
parecer en este momento, no ha perdido sin embargo su –literalmente- secular
encanto, como me enteré ayer preparando este artículo, al dar con una inesperada
invitación al FESTIVAL CIUDAD DESCALZA que tendría lugar en la CDMX hace una
semana, cuyo objetivo, además del obvio de pasarse un buen rato descalzos, era
el de contribuir a reforestar una zona de la Ciudad: una palpable demostración
de que esta ANTIGUA TRADICIÓN conserva su NOBLEZA aún en los días aciagos por
los que atravesamos.
¿QUÉ LES PARECE?
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño, músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: quatr.us