martes, 28 de mayo de 2019

Los sonámbulos lectores de la luz (artículo)


El Soplo de Euterpe

La noche iracunda hace grietas en el cielo

Y nos permite estremecer el mundo.
L. Ayala


La música es misterio. Es un arte potente y además, posee un gran significado. La música es un sonido organizado con un sentido en ocasiones oculto, que al final representa una vivencia y una respuesta al mundo. La respuesta y el acto de vida sonora requiere, sin embargo, un intérprete. Por si misma, la música es solamente un conjunto de notas negras impresas en papel.
Pero el acto trascendente, equivalente en la literatura al el papel en blanco, es en el momento en que alguien preparado para leer los extraños símbolos,  comienza a trasladarlos al mundo sonoro. Hay un traductor, un intérprete entre los pensado y sentido por el compositor, entonces y sólo entonces la música sucede.

Este acontecimiento único, obscuro quizá, pero evidente, es frecuentemente olvidado ya que se piensa en la música como una especie de algo dado sujeto a una forma y un contenido determinado por la historia.  Hoy el interprete oscurece incluso al compositor, importa más el abstracto de la figura de un director, músico o un cantante que la obra misma. Se ha borrado que el intérprete es un puente que une las ideas musicales del compositor y trasladarlas lo más fielmente posible al mundo sonoro, y compartirlas con el público.  

Los intérpretes han sido cruciales en la historia de la música. Sin ellos, simplemente no conoceríamos y disfrutaríamos la herencia y la vivencia pensada por los compositores de todos los tiempos.
Al comenzar el siglo XIX la música europea había llegado a notables avances e incluso definido una sensibilidad más profunda, más comprometida. La Ópera en particular, había desarrollado posibilidades teatrales y musicales que literalmente daban la vuelta a lo conocido hasta aquel entonces. Surgían las voces femeninas como francas competidoras de los castrati, cada vez más escasos, en parte debido a la influencia del incipiente nacimiento de las sociedades industriales y, la lenta pero segura unificación de Italia, Alemania y la independencia de Bélgica de Holanda.

Los intérpretes han sido considerados seres especiales, dotados de cualidades que los hacen únicos. Venerados, amados, odiados, los contemporáneos los han aclamado como si fueran semidioses y han inspirado a otros para aventurarse a en el pastoso mundo del arte. La música europea alcanzó la madurez al final del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Surgieron pianistas, compositores, violinistas, cantantes con dotes extraordinarias, y pronto ocuparon los lugares del Olimpo musical reservados para ellos.
Las voces femeninas y las personalidades singulares que surgieron, no han sido ni remotamente alcanzadas por las sopranos actuales.

La más interesante de aquellas primeras súper estrellas, no igualadas por ninguna soprano del siglo XX,  fue Angélica Catalani, considerada la mayor virtuosa de todos los tiempos. Obviamente no hay grabaciones de su magnífico talento, pero las crónicas de aquellos años dan cuenta que su personalidad era formidable, caprichosa, imponente y un portento como intérprete, si bien se le criticaba el mal gusto para elegir las óperas que cantaba,  no fueron óbice para rendirle un perpetuo reconocimiento.   
Catalani fue el primer gran fenómeno comparable con grandes estrellas modernas; fue la primera en levantarse con el título de prima donna assoluta y perfilar la personalidad de las divas de todos los tiempos: avara, caprichosa, enorme ego y un temperamento explosivo. No era menos las exigencias de astronómicos honorarios.

Angélica Catalani vino al mundo en 1780 en el pueblo italiano de Sinigaglia, cantó con su padre en el coro de la iglesia donde demostró singulares talentos; con apenas diez y siete  años debutó profesionalmente en el cenáculo de la ópera, La Fenice de Venecia.
Las crónicas mencionan que el prodigio de Catalani había basado su técnica vocal bajo la influencia del castrati Pacchiorotti. Recordemos que apenas años antes los castrati eran las grandes estrellas del canto. Cuando las mujeres comienzan a empujar en los escenarios, la influencia de los contralto aun se dejan sentir con mucha intensidad.  Las dotes naturales de Catalani se impusieron gran voz, dominio de la coloratura, y volumen. Pronto y con toda fuerza, las mujeres se impusieron y formaron estilo y escuela.

Catalani cantó en los mejores teatros europeos, especialmente popular en Lisboa donde era adorada pero no impedía que exigiera tres mil libras por temporada. Una cantidad francamente fabulosa. Sirva como comparación que una familia rica en Inglaterra gastaba unas 500 libras anuales, en lo que podría decirse vivir holgadamente.
En Londres los agudos críticos, la consideraron la voz perfecta y fue aclamada por su interpretación de los Oratorios de Handel. En una temporada, en la cumbre de sus dotes artísticas cobró nada menos que 50 mil libras, cantidad ni ayer ni hoy igualada por ningún artista.

Hasta la llegada del gramófono de Edison al final del siglo XIX, no fue posible tener registro de las voces y en general, de las orquestas de aquellos tiempos. Podríamos pensar en la imperfección de las interpretaciones. No hay tal. Análisis modernos revelan que los músicos de aquellos años poseían inmejorable técnica, y notable capacidad para seguir las indicaciones del director. Igualmente sopranos, barítonos, tenores, pianistas, chelistas y toda la parafernalia de solistas, desplegaba sonoridades notables y gran calidad interpretativa. Existen grabaciones de Enrico Caruso, Beniamino Gigli en las cuales se aprecian dotes inigualables.
Si, es claro, la música es un largo camino lleno de luminosas sorpresas.

Para esta semana:

I.-Beniamino Gigli. Italian songs.
II.-Enrico Caruso. Vesti la giubba. Il Pagliacci. Leoncavallo. 1907.   
III.-Enrico Caruso. Santa Lucia. Grabada en 1916.
IV.-Maria Caniglia: Ebben? Ne andró lontana. La Wally
V.-Hina Spani. Ebben? No andró lontana. Notable soprano argentina.
VI.-Julia Lezheva. Lascia chio pianga. (Escuchar con audifónos)
VII.-Nicolo Paganini. Carnavale di Venezia. David Garret. (Simplemente maravillosa experiencia)
VIII.-Kiri te Kanawa: O mio babbino caro. Una versión moderna de una super estrella.
IX.-Amazing coloratura sopranos of all times. Notable recopilación de voces femeninas. Experiencia realmente asombrosa. La recomendamos sin reserva.


Alejandro Rivera Domínguez, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com