31 de mayo de 2019
Hay fríos
que enchinan la piel
y encogen el corazón,
bajas temperaturas
que no son de invierno
ni de feroz temporal.
Son aprendizajes
de la vida
cubiertos con velos multicolores,
aderezados con mantequilla,
cerezas y miel
sobre base acibarada
que les hace significativos,
inolvidables,
intrasferibles,
permanentes.
Gélidos avisos de la vida,
preludios del coscorrón aleccionador
que nos cimbra
y nos hace ser otros,
aquellos
que después de una pulmonía
juntarán sus entrañas,
débiles,
pero con la fuerza necesaria
para continuar la marcha
aunque todo se derrumbe
a su alrededor.
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