23 de mayo de 2019
Sentado en el filo
de la puerta
que divide
el aquí del más allá
veo lentamente
como algunos cruzan,
otros casi,
y unos más
poco a poco nos alistamos.
A veces acongojados,
otras impávidos,
atestiguamos el cumplimiento
de la inexorable regla fatídica
que marca la existencia:
"todo lo que nace morirá".
Como bardo añoso
preparo mi mortaja con poesía
anticipándome al frío
que no sentiré,
con cobijas de coplas,
odas y prosa rítmica.
Avizoro cortejo fúnebre peculiar:
hadas, querubines,
juglares, hierofantes,
herejes, santos,
malabaristas, magos,
brujas y profetas
marchando al ritmo
de las notas
de un chelista apasionado
atrapado en el tiempo
y un pianista descarnado
adicto a la intemporalidad,
pero eso será llegado el momento,
ahora
-mientras espero turno-,
bosquejo esos mundos
que hacen reír a unos
y llorar a muchos;
esas latitudes de la imaginación
que atesoran reinos perdidos
detonadores de locuras liberadoras
y arrullos deshipnotizadores.
Pasa uno y sigue otro,
cada vez está más cerca mi transición,
cierro los ojos,
tomo valor
y busco en mis adentros
alguno de mis poemas
que me recuerde lo que tanto amé
y tanto cobijo me dio.
