miércoles, 24 de abril de 2019

Roma entre la historia y la leyenda


Y antes de que la ciencia hubiese destruido la leyenda,

la leyenda devoraría la ciencia y todo lo demás.

Richard Matheson


Hoy 24 de marzo se cumplen 2790 años del nacimiento de Rómulo y Remo, dos hermanos gemelos que se han convertido en un punto obligatorio para el investigador que quiere conocer un poco más a fondo el sistema de creencias de la Roma antigua.

Fue hasta el reinado de Augusto cuando se escribieron las dos grandes obras que reconstruyen este periodo, la Eneida de Virgilio, que narra el viaje mítico de Eneas hasta Italia y Ab Urbe Condita de Tito Livio que recopila toda la historia de Roma desde su fundación. El interés de Augusto era fijar una historia nacional de la civilización de Roma en la que se estableciese el origen divino del pueblo romano.

Dice la leyenda (este vocablo etimológicamente viene del latín “legenda” con el significado de “lo que ha de ser leído”) que Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas habría fundado la ciudad de Alba Longa sobre la orilla derecha del río Tíber. Sobre esta ciudad latina reinaron muchos de sus descendientes hasta llegar a Numitor y a su hermano Amulio. Éste destronó a Numitor y, para que no pudiese tener descendencia que le disputase el trono, condenó a su hija, Rea Silvia, a ser sacerdotisa de la diosa Vesta para que permaneciese virgen.

A pesar de ello, Marte, el dios de la guerra, engendró en Rea Silvia a los mellizos Rómulo y Remo. El impostor Amulio, enterado del nacimiento de los niños, ordenó a un siervo matar a los recién nacidos y así acabar con su estirpe, pero el lacayo se apiadó de los niños y los puso en una cesta que dejó en el río Tíber y la corriente los arrastró.

Los gemelos fueron transportados por el río y encallaron en una orilla, al pie del monte Palatino, donde fueron milagrosamente salvados por una loba llamada Luperca que al acercarse a beber los vio y les recogió y acogió en su cueva, protegiéndolos y amamantándolos en su guarida del Monte Palatino hasta que, finalmente, les encontró y rescató un pastor cuya mujer los crio. Ya adultos, los mellizos repusieron a Numitor en el trono de Alba Longa y fundaron, como colonia de ésta, una ciudad en la ribera derecha del Tíber, en el lugar donde habían sido amamantados por la loba, para ser sus Reyes.

Es así como Roma fue fundada, según la leyenda, por los gemelos, Rómulo y Remo, que, acompañados de bandidos y vagabundos expulsados de sus propias ciudades, decidieron fundar un nuevo asentamiento junto al Tíber. Sin embargo, los dos hermanos no se ponían de acuerdo acerca del lugar en que levantarían su ciudad. Cerca de la desembocadura del río Tíber había siete colinas: los montes Aventino, Celio, Capitolio, Esquilino, Palatino, Quirinal y Viminal.

Remo prefería el promontorio del Aventino, mientras que Rómulo se inclinaba por la colina del Palatino. Así las cosas, decidieron dejar su disputa al arbitrio de los dioses y apostados cada uno en su colina, se quedaron esperando una señal de lo alto. Los gemelos discutieron sobre el lugar en el que fundar la ciudad y decidieron consultar el vuelo de las aves, a la manera etrusca.

La mañana del 21 de abril del año 753 a.C., Remo contemplaba el cielo primaveral desde la cima del Aventino cuando divisó seis enormes buitres sobre su colina. Lleno de euforia, echó a correr hacia Rómulo, para anunciarle su victoria. Sin embargo, en ese mismo instante, una bandada de doce pájaros sobrevolaba el Palatino. Seguro de su victoria, y sin esperar la llegada de su hermano, Rómulo cogió un arado y comenzó a cavar el pomerium, el foso circular que fijaría el límite sagrado de la nueva ciudad, prometiendo dar muerte a quien osara atravesarlo.

Pero Remo, enojado por su derrota, lo cruzó desafiante de un salto. Obligado por el juramento que acababa de pronunciar, Rómulo dio muerte a su hermano, que fue el primero en pagar con su vida la violación de la frontera sagrada de Roma. Esta leyenda encerraba para los romanos una halagüeña promesa: su ciudad sería perfecta y jamás tendría fin, como el foso que rodeaba el Palatino. Pero contenía también una oscura amenaza: la sombra del fratricidio sobre la que estaba fundada planearía como una maldición sobre Roma, en cuya historia abundaron los asesinatos y las Guerras Civiles.

Se puede apreciar, amable lector, como la leyenda ha jugado un papel muy importante en la historia de la fundación de las ciudades más importantes del mundo antiguo.



Jorge A. Rodríguez y Morgado
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