El soplo de Euterpe
Sólo queda un olor de hojas quemadas,
Un otoño en el aire
Un eco de manzana
Jomi García Ascot
La ópera florecía en Europa bajo la influencia del fresco
aire italiano. Al comenzar el siglo XVII, definitivamente la ópera habíase
transfigurado en el gran arte que tuvo el poder de igualar los públicos que
acudían en tropel a escuchar las voces, las orquestas y codearse todas las
clases sociales con el sólo propósito de disfrutar del arte inigualable del
teatro cantado.
Nueva España muy pronto dejo correr por los campos y las
ciudades las tonadillas operísticas que venían a cuentagotas de la lejana
Europa. Los incipientes públicos novohispanos ávidos de aires frescos que
empujaran los pesados goznes de las puertas eclesiásticas, escuchaban
embelesados las tonadillas que de cuando en cuando se ejecutaban en teatros
improvisados.
Se tiene noticia que en 1708 se compuso la primera ópera
compuesta en estos lares. Manuel de Sumaya, maestro de capilla de la ciudad de
México, uno de los más luminosos compositores de aquellos tiempos, compuso una
ópera en toda forma que llevaba el nombre de El Rodrigo, amén de traducir algunas óperas italianas. Pocas obras
operísticas se compusieron en México a lo largo del siglo XVIII, no obstante en
los albores del siglo XIX, nuevos aires soplaron a través de las óperas
italianas. Una de las primeras obras fue de Doménico Cimarrosa, representada en 1805. Poco después se dejó
escuchar El Barbero de Sevilla de Giovanni Paisello con gran éxito de público
que asistía al nuevo Coliseo de la ciudad de México. Nueva España hervía en
deseos de liberarse definitivamente de la corona española. Se gestaba en gran
movimiento de independencia y una vez comenzado, las luchas e inestabilidad de
múltiples gobiernos, dos invasiones, intento de dos imperios, luchas intestinas
entre otros variopintos problemas de la joven nación, la música y las artes
tuvieron oportunidad de abrirse camino y florecer a pesar de los polvos de una
historia sangrienta y que se antojaba interminable.
México, sin embargo, era un territorio atractivo, lleno
de encanto musical. Visitaron el país numerosas compañías europeas que tenían
entre sus filas magníficos músicos. Victor Rocamora el célebre tenor italiano,
saltó a las crónicas de la época como el
más excelso cantante y muy pronto rivalizó
con el español Luciano Cortés. También las sopranos brillaron con sus
voces privilegiadas, una de las favoritas fue Inés García, conocida por La
Inesilla, logró enloquecer al público por su capacidad para improvisar trinos
en plena aria.
En 1821 se presentó la ópera México Libre de José María Bustamante. Un año después, Agustín de
Iturbide ordenó la integración de la primera orquesta en olor de Sinfónica, de hecho
la primera orquesta profesional de México, cuya organización recayó en Mariano
Elizaga, maestro de capilla de la catedral de México.
En 1824 Lucas Alamán y el propio maestro Elizaga fundaron
la Sociedad Filarmónica que tuvo el cometido de dotar al país de lo mejor de la
música orquestal compuesta por europeos y
mexicanos. A raíz de la edificación del Teatro de los Gallos, escenario
que se convirtió en testigo de varias óperas y conciertos con la novedosa y
popular música de Gioacchino Rossini. El público mexicano disfrutó del Barbero de Sevilla, Tancredi., Otelo y
otras. Definitivamente la ópera por un
lado, la riqueza de la música popular y la naciente música de salón, dieron una
personalidad peculiar a la música mexicana.
Muchos visitantes han dado cuenta a través de sus diarios
de viaje, de la importancia de la música en la vida cotidiana de pueblos y
ciudades. Una de las más notables al tiempo deliciosa crónica proviene de
Frances Erskine Inglis, mejor conocida como Madame Calderón de la Barca, nacida
en Escocia y a la sazón casada con Ángel Calderón de la Barca, primer ministro
plenipotenciario de España en México. El matrimonio arribó al puerto de
Veracruz el 19 de diciembre de 1839 y durante los dos siguientes años,
recorrieron parte del país, convivieron y absorbieron el estilo mexicano, sus
vicisitudes, carencias, luces, sombras y
dejaron para la posteridad una viva y deliciosa crónica escrita por Madame
Calderón de la Barca a través de cartas dirigidas a su familia en Boston. Posteriormente
las cartas fueron impresas en forma de libro y traducidas al español por Felipe
Teixidor.
La editorial Porrúa en su colección Sepan Cuantos…publicó este notable y delicioso libro bajo el nombre
de La vida en México, durante una
residencia de dos años en el país. En la carta seis, Fanny, como la nombraban en familia, escribió
un apunte del ambiente que se organizaba con apenas un pretexto para reunirse y
bailar, cantar o armar tertulias con teatro improvisado y música popular: “…Será la medianoche cuando llegó potando
antorcha, una tropa de soldados mexicanos, así como una profusión de músicos,
tanto aficionados como profesionales, principalmente de los primeros, y gente
que llevaba atriles, violines, violonchelos, trompas francesas etc., junto con
una inmensa multitud, a la que se mezclaba gran número de léperos de tal manera
que el espacio entre la casa y el acueducto, y la misma calle, estaba cubierta
de gente y coches hasta perderse de vista… los soldados mexicanos sosteniendo
las luces para alumbrar a los músicos , los cuales pertenecían a diversos
países españoles, alemanes y
mexicanos…señoras y léperos todos contribuían a formar un divertido spectacle
(sic)..
Se dejó oir el coro
acompañado de toda la orquesta. Las voces eran excelentes y muy buena la música
instrumental y apenas podía yo creer que la mayor parte de los ejecutantes
fuesen simples aficionados….se ejecutaron varias oberturas de las últimas
óperas…”
Para esta semana:
Manuel de Sumaya
I.-Angelicas Milicias.
Mexican Baroque Music. Coro a ocho voces.
Santicler chorus
II.-Rossini Overtures
Philarmonia Orchestra. Carlo María Giulini conductor.
III.-Últimas Variaciones
José Mariano Elizaga
Mexican Imperial Kappelmeister
IV.-Música de guitarra de la Época de la Independencia
Gentil de Montaña Guitarra
V.- Intermezzo
Manuel M. Ponce
Glenda Courtois Piano
VI.-A pesar de Todo
Manuel M. Ponce
Glenda Courtois Piano
VII.-Valses Mexicanos de Concierto.
Joseph Olechowski Piano
VIII.- Valses mexicanos del recuerdo
Cuarteto de Roberto Téllez Oropeza.
Alejandro Rivera Domínguez, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y la Asociación de Estudios del Pleistoceno.
Correspondencia: kosmospuebla@yahoo.com