viernes, 29 de marzo de 2019

Los pistoleros



En caballos de hierro vienen los pistoleros;
la mirada turbia,
la quijada dura,
la intención madura
en el rostro hierático y rocoso.
Se saben dioses implacables

cuyos designios vienen de muy lejos
marcados por un par de voluntades,
ante las que se inclinan obsecuentes
cuando no están ansiosos de matar.

En caballos de hierro, con patas como orugas
trotando, se apresuran;
aplastan sus orugas
las hierbas, los arbustos,
y destrozan los huesos de animales
mortales, racionales,
dolientes,
ancestrales
tal vez, o muy recientes.
No importa, los trituran.

En caballos que rugen, vienen los pistoleros;
sus rostros son de piedra,
el alma se les fue
la noche que gritaban:
¡muera, muera, muera el traidor apartida!
Fue cuando les dijeron: “tu estás para matar”

Su espíritu está muerto,
el espíritu humano;
otro les trasplantaron
desde un libro muy grande,
tiene miles de hojas.
En cada una de ellas
sólo hay una palabra: DISCIPLINA.
Y se repite: DISCIPLINA,
mil veces, DISCIPLINA,
y millones de veces, DISCIPLINA.
Es muy fuerte y violento;
su estructura es de hierro
con la inscripción: DEBER.

En caballos de acero nutridos con aceite
se apresuran, estatuas verde olivo,
los tristes pistoleros;
tristes, porque no traen la alegría
tristes, porque a su paso

dejan desolación:
las praderas humeantes,
los bosques crepitantes,
las chozas o palacios, escombros, solamente.

Pero ellos marchan implacables
en caballos metálicos,
en águilas de acero,
en ballenas de hierro;
sus manos se volvieron una con el metal
con el metal que escupe plomo,
plomo que, inteligente,
localiza y persigue,
persigue y descuartiza,
descuartiza y destroza
fémures y cabezas,
intestinos y ojos,
cerebros y mandíbulas,
dedos, lengua y oídos.
Con ese plomo escriben:
¡TRIUNFO, TRIUNFO, VICTORIA!
y lo escriben con sangre,
y lo escriben con humo,
con el dolor del que logró sobrevivir;
y lo escriben con lágrimas,
con locura,
con ceguera que obtura
corazón y cerebro.
Y lo escriben, lo escriben;
lo seguirán grabando
en lápidas, en placas de metal,
en libros para infantes,
algunos de los cuales,
con el troquel de esas palabras
soñarán en volverse
pistoleros,
jinetes en caballos de hierro,
en águilas metálicas,
en ballenas de acero.
Finalmente, un día,
todos seremos pistoleros.
¡Viva! ¡viva! ¡que muera el enemigo!
¿cuál enemigo, cual?
el que está frente a ti,
el que no dijo “a”
cuando dijiste “a”
el que quiere ser libre,
el que quiere ser él,
el que quiere comer,
el que quiere saber
de dónde viene el río,
de qué son las estrellas,
de qué está hecha la manzana,
porqué debemos de morir;
el que quiere vivir,
simplemente vivir
sin tener que matar, triturar, torturar,
sin tener que aplastar cuerpos y voluntades.
¿ese es el enemigo?
pues vamos, ¡a matarlo!,
a quitarle su espíritu,
a quitarle su ser
al fin que cuando él muera
otros
vendrán en su lugar
a sudar, producir,
otros tal vez vendrán
a cargar un fusil,
a patear otros cuerpos
y a orinar otros rostros.

¡los tristes pistoleros...!
¡los caballos de acero..!
¡la DISCIPLINA, el hierro...!


Ricardo Montes_de_OcaRicardo Montes de Oca ha escrito novelas, ensayos, cuentos y poesía. Ricardo ha cursado estudios profesionales en México y Rusia