25 de marzo de 2019
Hay pepitas de oro que pasan desapercibidas,
en medio del barro y el flujo se pierden,
porque no logra brillar su valor ni su kilataje.
Igual sucede con las personas,
tantos seres que en esencia son dorados,
pero en público y privado prejuiciados,
menospreciados, vilipendiados, sometidos.
Lamentablemente la arbitrariedad se impone
y aprovechando la baja autoestima
hacen de las suyas,
causan dolor,
alcanzan su cometido.
Seguido van por las calles verdaderas joyas,
personas que se han prodigado a manos llenas,
que han dado lo que tienen para bien de todos,
pero a cambio reciben ingratitud,
burla y traición.
Este filón existe,
es real;
lamentablemente se repite
y no tiene para cuando cesar,
porque somos injustos,
envidiosos de las pepitas de oro
que andan entre nosotros hermanando,
a pesar de nuestra pequeñez
y de su grandeza,
a pesar de lo que dan
y de todo lo que recibimos,
a pesar de que ellos dan oro
y reciben barro a cambio,
a pesar de nuestro injusto juicio
y de su gran nobleza.
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