- La Historia Jamás Contada -
Como en todo inicio de Gobierno, en cualquiera de sus tres
niveles, la CULTURA hace su aparición dentro de los objetivos declarados -cuando
menos- del recién llegado. Me refiero a la Cultura como manifestación refinada
del Hacer humano. Aunque de un tiempo acá, también se concibe como un vehículo
privilegiado para la inclusión social, sea por hacerla accesible al mayor
número posible de habitantes o, mejor aún, dando a éstos la oportunidad de expresarse
en ese sentido.
Hasta aquí todo va de lo mejor. Pero cuando resulta que no
todos los miembros de la sociedad pueden expresarse con la misma libertad o
amplitud, sino que esto depende de si pasan o no ciertos “filtros”, las cosas adquieren
un cariz radicalmente diferente. Es el caso de lo que oficialmente se conoce
como DIVERSIDAD CULTURAL que, lejos de abarcar cuantas expresiones culturales
existan en un momento dado, sólo lo hace con aquéllas que refuercen la
hegemonía ideológica del Estado.
Ahora, una vez más, como en la etapa supuestamente superada
del clerical-priísmo, la prioridad o incluso exclusividad en cuanto a su
promoción masiva, la tendrán aquellas manifestaciones que se ajusten al estereotipo
de “indígena”, concepto en principio problemático, pues como adjetivo se aplica
a todo aquello originario del lugar en que se encuentra, por lo que todos los
mexicanos que nacimos en México somos INDÍGENAS de aquí, sin importar nuestras características
raciales o culturales -en el sentido de cómo vivimos, lo que nos gusta, etc.-, por
alejadas que estén de lo que el Poder defina -a su conveniencia- como “mexicano”.
Por eso es de importancia capital llegar a nuestra propia
definición de Diversidad Cultural, de modo que, en primer lugar, quedemos incluidos
nosotros mismos y, en segundo, lo estén también todos aquellos cuyas
manifestaciones culturales nos atraigan o interesen. Es el preámbulo político
necesario para la promoción adecuada de esa Diversidad liberadora de la que, de
una, otra o varias maneras, formamos parte quienes nos tomamos en serio como
individuos y aspiramos legítimamente a conocer y confluir con otros semejantes,
a quienes el Poder intenta invisibilizar no incluyéndolos entre los
beneficiarios de sus políticas “culturales” tendenciosas: más de lo mismo de
siempre.
Lo primero es confeccionar un INVENTARIO de las expresiones culturales
ya existentes en nuestro entorno, comenzando por aquellas con las que simpatizamos,
nos acomodan o atraen, de modo que contemos con una referencia objetiva por la
que nos orientemos y trabajemos a favor, pues de otro modo es más que probable
que lo hagamos por la que nos colocan -otra vez- como señuelo, a saber, el INDIGENISMO,
finalmente un constructo ideológico por el cual el ¿antiguo? Régimen postrevolucionario
se legitimaba como benefactor -simbólico- de los históricamente más desposeídos,
a la vez que diluía la aspiración de una clase media emergente a mejores condiciones
culturales precisamente de vida, en un mítico MEXICANISMO a construir.
En resumen, aunque ya existen -y no de ahora- los elementos
para institucionalizar materialmente la DIVERSIDAD que asoma por todos lados,
esto no será posible mientras continuemos dejándonos embaucar por una élite política que insidiosamente
nos conmina a preservar el STATU QUO cultural.
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico
profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
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