domingo, 24 de febrero de 2019

Por una diversidad cultural más allá del indigenismo



- La Historia Jamás Contada -

Como en todo inicio de Gobierno, en cualquiera de sus tres niveles, la CULTURA hace su aparición dentro de los objetivos declarados -cuando menos- del recién llegado. Me refiero a la Cultura como manifestación refinada del Hacer humano. Aunque de un tiempo acá, también se concibe como un vehículo privilegiado para la inclusión social, sea por hacerla accesible al mayor número posible de habitantes o, mejor aún, dando a éstos la oportunidad de expresarse en ese sentido.

Hasta aquí todo va de lo mejor. Pero cuando resulta que no todos los miembros de la sociedad pueden expresarse con la misma libertad o amplitud, sino que esto depende de si pasan o no ciertos “filtros”, las cosas adquieren un cariz radicalmente diferente. Es el caso de lo que oficialmente se conoce como DIVERSIDAD CULTURAL que, lejos de abarcar cuantas expresiones culturales existan en un momento dado, sólo lo hace con aquéllas que refuercen la hegemonía ideológica del Estado.

Ahora, una vez más, como en la etapa supuestamente superada del clerical-priísmo, la prioridad o incluso exclusividad en cuanto a su promoción masiva, la tendrán aquellas manifestaciones que se ajusten al estereotipo de “indígena”, concepto en principio problemático, pues como adjetivo se aplica a todo aquello originario del lugar en que se encuentra, por lo que todos los mexicanos que nacimos en México somos INDÍGENAS de aquí, sin importar nuestras características raciales o culturales -en el sentido de cómo vivimos, lo que nos gusta, etc.-, por alejadas que estén de lo que el Poder defina -a su conveniencia- como “mexicano”.

Por eso es de importancia capital llegar a nuestra propia definición de Diversidad Cultural, de modo que, en primer lugar, quedemos incluidos nosotros mismos y, en segundo, lo estén también todos aquellos cuyas manifestaciones culturales nos atraigan o interesen. Es el preámbulo político necesario para la promoción adecuada de esa Diversidad liberadora de la que, de una, otra o varias maneras, formamos parte quienes nos tomamos en serio como individuos y aspiramos legítimamente a conocer y confluir con otros semejantes, a quienes el Poder intenta invisibilizar no incluyéndolos entre los beneficiarios de sus políticas “culturales” tendenciosas: más de lo mismo de siempre.

Lo primero es confeccionar un INVENTARIO de las expresiones culturales ya existentes en nuestro entorno, comenzando por aquellas con las que simpatizamos, nos acomodan o atraen, de modo que contemos con una referencia objetiva por la que nos orientemos y trabajemos a favor, pues de otro modo es más que probable que lo hagamos por la que nos colocan -otra vez- como señuelo, a saber, el INDIGENISMO, finalmente un constructo ideológico por el cual el ¿antiguo? Régimen postrevolucionario se legitimaba como benefactor -simbólico- de los históricamente más desposeídos, a la vez que diluía la aspiración de una clase media emergente a mejores condiciones culturales precisamente de vida, en un mítico MEXICANISMO a construir.

En resumen, aunque ya existen -y no de ahora- los elementos para institucionalizar materialmente la DIVERSIDAD que asoma por todos lados, esto no será posible mientras continuemos dejándonos embaucar por una élite política que insidiosamente nos conmina a preservar el STATU QUO cultural.



Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso  de  los comportamientos sociales.
 

Imagen: Internet