Un pedazo de pan es más precioso para el hombre
que una montaña de diamantes y oro, Amén.
Rasputín
El día de hoy, 30 de diciembre, se cumplen 102 años del fallecimiento del místico ruso Grigori Yefimovich Novikh Rasputín (1869–1916), conocido como “el monje visionario”, “el monje endiablado” o “el monje loco” (aunque de monje tenía poco, ya que le gustaba participar en orgias y acosar a una buena parte de las mujeres de la nobleza rusa). Con fama de sanador mediante el rezo y poseedor de una gran capacidad para predecir el futuro tuvo una gran influencia en los últimos días de la dinastía Romanov.
Rasputín es una de las figuras más enigmáticas, que pasó a la Historia por ser un hombre visionario, un profeta, un sanador místico, un brujo y llegó a alcanzar los niveles más altos del poder, su puesto como consejero del Zar de Rusia, contribuyó a la caída de los zares.
Rasputín fascinaba por su mirada, aunque tenía el pelo y la piel oscuros sus ojos eran azules claros, lo que reforzaba el contacto visual. Era alto y atractivo para las mujeres, sabía actuar y sabía cómo ganarse a la gente utilizando frases que parecían profecías. Rasputín era un apodo que significaba disoluto, depravado, pervertido. Los historiadores consideran que sufría algún trastorno mental que le impedía centrarse en una sola cosa.
Se dice que predijo su propia muerte, así como la llegada del Comunismo, la caída de la Iglesia en Rusia, e incluso la contaminación y la fecundación in vitro. Fascinaba porque era, al mismo tiempo, un monje místico y un pecador. Abrazaba la religión, pero llevaba a cabo curaciones milagrosas que nadie podía explicar.
Desde pequeño se ganó el calificativo de niño raro. Tenía muchos tics y era muy nervioso, siempre tenía que estar haciendo algo con las manos. Ya entonces era conocido por sus profecías o visiones. Cuenta la leyenda que, siendo un niño, se contagió de unas fiebres que lo hacían delirar. Se había producido un robo de caballos en la aldea y, sin que nadie supiera cómo se había enterado, saltó de la cama y se lanzó encima de un vecino, gritando "¡Este es el ladrón! ¡Éste es el ladrón!". En efecto, después se demostró que había robado el caballo.
Cuando se hizo adulto no encontraba trabajo estable, se dio a la bebida y participó en un hurto de caballos. Curiosamente, sus compañeros de hurto fueron desterrados de Siberia y él fue el único que no fue condenado. A él se le atribuye la frase: "Como más grandes sean los pecados más le satisface a Dios perdonarlos", que usaba tras alguna de sus orgías.
Rasputín ingresó en una secta cristiana prohibida por la Iglesia Ortodoxa llamada los Flagelantes, en donde creían que la Fe se alcanzaba con el dolor. Organizaban orgías, y él era uno de sus más fieles participantes. Ahí nació la leyenda que afirma que tuvo relaciones con buena parte de la nobleza rusa, y su miembro excesivamente desarrollado se hizo famoso en el país.
Todo cambió cuando conoció a un ermitaño que le ayudó a dejar la bebida y a no comer carne. Rasputín regresó a casa transformado en un monje místico, que iba a convertirse en el principal consejero del Zar de Rusia. Las dotes de sanador de Rasputín llegaron a los oídos de la zarina Alejandra de Rusia, que en 1905 lo llamó a la corte para ayudar a su hijo y heredero al trono, Alexéi Nikoláievich, que padecía hemofilia.
Rasputín asombró a todos curando temporalmente al hijo de zar con métodos que nadie podía explicar, mediante una especie de hipnosis. Se convirtió en su médico personal y cautivó completamente a la zarina. Su influencia era tan grande que se dice que todas las decisiones del zar Nicolás II eran revisadas por el propio Rasputín. Durante la Primera Guerra Mundial sus enemigos lo acusaron de ser un espía alemán e influir en la zarina, de ascendencia alemana, lo que contribuyó a la caída del régimen zarista en Rusia.
Como es lógico, a muchos duques, condes, y otros miembros de la corte rusa no les gustaba que un místico pueblerino tuviera semejante influencia en el zar y la zarina de Rusia. Por lo tanto, el príncipe Félix Yusúpov, con ayuda de varios miembros de la nobleza rusa, organizó su asesinato. Investigaciones recientes indican que también estuvo implicado el Servicio Secreto Británico. Rasputín fue enterrado junto al palacio, pero unos años después lo desenterraron y quemaron su cadáver en un bosque.
Un siglo después de su muerte, su nombre aún fascina y causa controversia. Rasputín es ya uno de los personajes inmortales de la Historia. ¿no lo cree así, amable lector?
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Jorge A. Rodríguez y Morgado