- La Historia Jamás Contada -
Pensando durante la semana en un tema apropiado para
reflexionar -y escribir- este fin de año, caí en la cuenta esta mañana de uno
en especial que ha adquirido una inesperada importancia por la forma en que ya nos
afecta a todos por haber polarizado a la sociedad mexicana como no se había
visto en mucho tiempo, al grado de representar un recurrente motivo de
discordia incluso al interior de grupos usualmente refractarios a los cíclicos
vaivenes político-electorales, semejante a lo ocurrido entre avilacamachistas y
almazanistas durante las elecciones federales de 1940.
Pero los motivos esta ocasión no se limitan a los estrictamente
políticos, capaces por sí mismos de enconar cualquier competencia electoral y
sus secuelas, sino que vienen acompañados de otros dos a los que conviene
prestar mucha atención a la hora del análisis, pues podrían conducir las cosas
a territorios donde la institucionalidad vigente sería incapaz de contenerlas.
Me refiero en primer lugar a lo que algunos observadores
sagaces han venido señalando desde hace tiempo: que el Movimiento ahora en el
Poder no es propiamente político sino religioso, lo que exigiría del analista
emplear a su vez instrumentos y categorías propias del estudio de las
Religiones para desentrañar tanto su filiación histórica y motivaciones profundas
como las posibles metas “trascendentes” que persigue. (De ninguna manera son accidentales
su alianza con un Partido eclesiástico, la importancia que concede a la Moral e
incluso los rituales tradicionales en que sus miembros distinguidos participan:
todo forma parte de un complejo religioso, por sí mismo inobjetable, a menos
que exista la intención de imponerlo como una referencia más allá del alcance y
hasta la comprensión de los “simples” humanos.)
En segundo lugar, está un aspecto presente no en tanto en el hard
core (organizadores, líderes, beneficiarios políticos) -salvo algunos personajes decididamente histriónicos- del Movimiento, sino en la
masa de sus fieles seguidores, cuyas actitudes y comportamientos rayan en lo
psicopatológico al tomar la Palabra de sus próceres como la Realidad misma, a
despecho de que razonamientos, presentación de evidencias y hasta los hechos
desnudos, apunten en dirección opuesta: siempre justificarán, contra toda
lógica, las iniciativas, decisiones y, en su caso, explicaciones que provengan
de sus Elegidos, tratando primero de convencer; si no es posible, entonces ridiculizar
y, ya en último término, agredir a quien(es) no coincida(n) con su muy personal
y fanática apreciación.
Aquí es donde el Escepticismo, en su connotación de ἐποχή,
esto es, la contención deliberada del impulso a responder dogmáticamente ante
nuevas ideas o informaciones, adquiere toda su importancia por su potencial
de transformar a la Política en el arte de considerar racionalmente los
diferentes y hasta encontrados puntos de vista sobre las cuestiones públicas y,
mediante la libre DISCUSIÓN, tratar de llegar a conclusiones lógicas respecto a
éstas, en lugar de simplemente “escuchar la voz del amo” y, sin mediar proceso
intelectual alguno, pasar a imponer sus -en principio, cuestionables, como las
de todos- directrices de mala manera, sea por mayoriteo u otros medios igual de
deleznables, a todos los que no quedaron convencidos.
Sí, la POLÍTICA, para ejercerse responsable y proactivamente
–“proactivo: que tiene iniciativa y capacidad para anticiparse a problemas o
necesidades futuras”-, requiere del dominio del ESCEPTICISMO por parte de los
involucrados en ella, ya sea como gobernantes o gobernados.
¿ES MUCHO PEDIR AÚN?
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey)
es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico
profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: desdeelaula.blogspot.com