Mañana habrá que inventar, de nuevo, la realidad de este mundo…
Octavio Paz
La llama de las velas, incrementa la sensación opresiva del calor pesado que no encuentra como fluir del gran teatro. La sala convertida en caja de clamores y resonancias, asemeja una gigantesca nave de locos. Las mujeres de cierto abolengo ríen a carcajadas en los balconcillos del teatro y lanzan miradas directas a los hombres que hacen lo mismo en plena luneta. Un juego de complicidades furtivas anima la exhibición de las galas de seda y terciopelo de Utrech, las joyas de oro, recamadas de piedras preciosas, marcan la clase no exenta de pomposidad y arrogancia. Joyas y vestidos no impiden el fluir de un olor sofocante, vaporoso; el recinto desprende al unísono, efluvios a cera, humedad añeja , sudor…un olor a humanidad comprimida que espera, entre el chisporroteo de las velas, al gran Caffarelli. Caffarelli? Un cantante. ¿Un cantante? Si, un castrati..
Lentamente, el telón comienza su parsimoniosa apertura, entonces, y solo entonces, se separan dos mundos, uno informe y ruidoso, otro armónico y saturado de la indefinible magia de la voz.
Al principio, un susurro profundamente dulce penetra el denso aire. Nadie parece escucharlo, las risas y el gorgojeo imponen su presencia indiferente a la belleza. El telón sigue su lenta marcha, y la voz al otro lado, impone el inexorable peso de su presencia. La voz llega, sube por los rincones, se pega entre los ropajes, opaca las joyas. De pronto todos olvidan el don del habla. La multitud arrogante es reducida a una abigarrada pandilla de mudos sediciosos. Silencio. El escenario es el mundo. Caffarelli es un dios enmarcado en plumas arcoíris, solo su voz potente, clara, definida da realidad y orden al caos humano.
Hay un destino indefinible que da realidad a la flor. Laschia chio pianga….mesmeriza a lo abigarrado humano. Llanto, un desesperado clamor se eleva entre las sombras. Lo inexplicable de la belleza, lo inasible del mundo adquiere peso en la realidad. Belleza deslumbrante que rebasa el intelecto y encuentra residencia en el asombro..
Un castrado. Una voz única añejada en el lado del mundo, donde la mutilación por el arte, cobra su elevado privilegio, su impagable precio.
Los castrati, vienen de las profundidades de la historia. Se practicaba en Egipto y los pueblos de Oriente con fines médicos o punitivos. El símbolo masculino fue generoso en sus múltiples caras. Saludo, juramento, botín de guerra, apoderarse del valor mágico del enemigo, mutilación definitiva al servicio del sultán para cuidar a las mujeres, jovencitos privados de sus atributos para el nefando placer de pervertidos… cantantes asombrosos..
En los castrados, la voz de la infancia permanece. Es aguda, chillante, tiene un aire femenino, un soplo de grillo enamorado, es una voz extraña. La crueldad de la castración recala en Europa con éxito asombroso. Los jovencitos de los coros de iglesia, deben cantar con el ideal de sustituir la voz femenina. Eclipse inútil promovido por la iglesia siempre misógina. Ya Pablo había sentenciado Mulier taceat in eclesia… las mujeres deben guardar silencio en la iglesia…y obediente a tal sentencia, Pablo IV prohibió las voces femeninas en San Pedro. El tiempo pasa, las imágenes se multiplican. En 1650 los castrati cantan en las iglesias pero comienzan definitiva migración al teatro. Al despuntar el siglo XVIII la voz de los castrati enarbola la bandera de la ópera. El siglo deslumbrante de la voz.
Al llegar el siglo XVIII, la ópera es el jardín de las delicias de las sociedades europeas. La ópera italiana alcanza el Parnaso del arte, no obstante, la voz femenina aun sufría destierro, La castración era un paliativo a las carencias operísticas, al punto que, aunque formalmente prohibida, no era obstáculo para que en Nápoles se anunciara un barbero con el elocuente letrero ”se castran niños” . Una industria italiana sin parangón en la historia de la música. Algunos historiadores aseguran que entre 1720 a 1730 se castraron en Italia, al menos cuatro mil niños. Cifra horrenda que marca la ambición humana con el pretexto del Arte.
Los castrati crearon el imperio del canto. Invadían los escenarios y devengaban cifras inimaginables. Los seguidores acudían masivamente a escuchar lo que nosotros, legión de indiferentes, nunca más conoceremos.
La formación de un castrati en Italia, era muy rigurosa. Los cantantes debían saborear el amanecer y de inmediato se enfrentaban a los rigores de la música. Durante años pulían, como pulir un diamante, la voz, el movimiento escénico, reconocían y aprendían a modelar frente al espejo; practicaban ornamentación vocal; al terminar la jornada cerraban la entrada de la noche con ejercicios al clavicordio.
Lejos de estos prodigios, tenemos a los contraltos, voces maravillosas que podrían acercarse a la voz de los castrati. La recomendación, por tanto, es un pálido y débil resplandor de las voces inigualables de los castrati.
Para esta semana importante escuchar: Vorrei spigar l´affano. Del maestro Nicola Porpora e interpretado por el extraordinario Franco Fagioli.
Nicola Porpora “Torbido ritorno al core” Interpreta Franco Fagioli. Naive Records.
Una de las más importantes mezzo soprano interpreta a los castrati: “Sacrificium” The art of the castrati con la gran Cecilia Bartoli. UMG Records.
G. F. Handel: Ombra ma fu. Con el más importante contralto: Phillippe Jaroussky.
Leonardo Vinci: Vo sulcando un mar crudele. Atto primo, scena XIV. Interpreta Franco Fagioli. OLG Classics UK.
Polifemo. Nicola Porpora. Aria Alto Giove. Philippe Jaroussky.
Finalmente, imprescindible escuchar: Laschia chio pianga…aria de Rinaldo. Ópera de G.F. Haendel. Phillippe Jaroussky, interprete..
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Alejandro Rivera
Dominguez