sábado, 20 de octubre de 2018

Para una Criminología genética


- La Historia Jamás Contada -
 
Se ha vuelto común en los medios hablar de inseguridad para referirse a la situación del País, pero sólo enunciada es un término abstracto que oculta a sus causantes concretos: los delincuentes de todo tipo, solos o en banda que, por inoperancia de la Policía, actúan con una libertad –en su caso impunidad- que restringe proporcionalmente la del resto de los habitantes.


Para abordarla hay que construir primero un modelo –representación conceptual- sobre el que pueda reflexionarse, más que sólo abandonarse a las emociones que instintivamente provoca el fenómeno:  miedo, desasosiego, tristeza, etc., que conducen inevitablemente al fatalismo y éste a la superstición, pues si lo que sucede está escrito en el Destino, sólo la manipulación ritual –religiosa o de otro tipo- podría, tal vez, exorcizar al Mal de la sociedad, como -¿inconscientemente?- lo  promueven los medios limitándose a la emotividad.

Lo que sucede no es una plaga que inopinadamente cayera sobre el País por alguna causa más allá del entendimiento, ni sus agentes bajaron de un OVNI o salieron de la nada: éstos son completamente terrenales y nacieron, crecieron e hicieron carrera –pues el delito también se aprende- aquí, protegidos y hasta recompensados desde sus primeras manifestaciones antisociales por familiares -o sus equivalentes afectivos- que los sostenían cuando  un agredido o perjudicado los enfrentaba. Era sólo cuestión de tiempo que comenzaran a sentirse intocables.

Todo delincuente comienza por pequeños abusos contra sus más cercanos, ampliando su radio de acción y la gravedad de sus hechos mientras no reciba una respuesta contundente que lo haga desistir. Por ejemplo, un niño que maltrata a sus hermanos menores y mascotas –o sus equivalentes callejeros- sin que le pase nada, lo hará después en la escuela con sus compañeros –el bullyng, ni más ni menos- y, si el maestro no lo detiene, continuará con su escalada.

Lo mismo sucede con adolescentes y adultos infantilizados que agreden sistemáticamente a sus vecinos sin que éstos los confronten: no se detendrán por sentir sencillamente que ya nadie puede con ellos. ¿Y qué de los fanáticos religiosos que detonan cohetes sin la menor consideración? Éstos están peor, pues creen que el Cielo mismo los protege.

Los grandes delincuentes de ahora no son héroes mitológicos que ya nacieran poderosos, sino seres humanos como todos: criaturas al principio inermes y vulnerables, que en un medio puramente natural no habrían sobrevivido a las consecuencias de sus primeros abusos. A los delincuentes profesionales los van formando tanto la resignación fatalista de sus sucesivas víctimas como la indiferencia de los testigos o conocedores de sus actos, “graduándose” en el momento que las propias Autoridades encargadas de frenar o castigar sus atropellos, simplemente los dejan hacer.

Incidentalmente, el estadio supremo de su poder,  la “delincuencia organizada”, tiene como condición absolutamente necesaria la coordinación con la Policía, sea involuntaria o pasiva como resultado de su propia indolencia, ineptitud o incapacidad material (la corrupción no es causa sino consecuencia de la inoperancia policiaca) o activa, cuando alguno(s) de sus miembros participa(n) directamente en la preparación o comisión de los delitos. Así que la Policía actúa como una membrana que separa a los delincuentes de sus víctimas, pero lo mismo puede envolver y proteger a unos que a otros, de sus respectivos contrarios, siendo la que en último término establece la relación de fuerzas entre estas dos partes antagónicas de la sociedad.

Como se ve, falta mucho aún por desarrollar una teoría comprehensiva de la CRIMINALIDAD -de la cual lo anterior es tan sólo un  pequeño esbozo o ensayo de lo que puede hacerse- y no quedarse con el eco de lo que hace o dice la Policía, suficiente para la mayoría de los reporteros de la fuente e incluso comentaristas que, aún con preparación académica, no profundizan lo suficiente. De otro modo, si la sociedad persiste en el pragmatismo, como hasta ahora,  TODO SEGUIRÁ IGUAL: EMPEORANDO.

(Publicado originalmente en Sabersinfin el 23 de mayo de 2014.)


Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso  de los comportamientos sociales.

Imagen: Internet