“A quienes nos hemos abrazado en la lucha por un mejor vivir con igualdad de derechos y felicidad, les doy las gracias por los pasos y sueños compartidos; desde dónde esté uniré mi grito por un mejor mundo con autodeterminación y dignidad de vida. Desde el trampolín del fin de vida les envío este mensaje”
Estas palabras fueron enviadas por Adriana Luna Parra, una querida compañera de causas, luchadora social, activista, defensora de derechos humanos, psicóloga y científica social. Falleció ayer y su mensaje y su vida me llevan a dos reflexiones.
La primera sin duda acerca de lo significativo, la importancia y lo fundamental que es para la vida de todas y todos nosotros, de cualquier edad, a hacer uso de nuestro derecho a decidir. Ella decidió y se despidió.
La segunda porque justamente es ella, una de las pioneras en México de los estudios e investigaciones sobre los derechos de las personas adultas y la feminización de la vejez.
Ella sostenía que el envejecimiento femenino merece la atención de las autoridades de todos los niveles y de la sociedad en su conjunto, por las repercusiones profundas que presenta. Esto derivado de que hay más mujeres que hombres mayores de edad, pero, las mujeres vivimos más años y en peores condiciones.
La edad multiplica su discriminación, por eso, convocaba a profundizar sobre el carácter multidimensional de la vulnerabilidad de las mujeres mayores, los vínculos afectivos y las funciones que culturalmente nos asignan a las mujeres de “madres protectoras y complacientes sexuales.”
Visibilizando y evidenciando ese entramado cultural; rescataremos sus repercusiones en la vida de las mujeres mayores, y con ello fortaleceremos sus herramientas personales y comunitarias para prevenir violencias en su contra y favorecer armonías.
Aunque la vejez es una palabra hasta temida, por hombres y mujeres, cada uno, cada una la vive diferente.
En las mujeres, “el maltrato es acallado por amor maternal. Las mujeres lo consideran natural por cuestión de género, destino divino, necesidad de agradar a quienes ama, miedo al enojo, mayor soledad y violencia, críticas, etcétera. Otras áreas de debilidad son la pérdida de seres queridos, angustia por salud, seguridad o economía.”
Por eso señalaba la científica social Adriana Luna Parra hay que construir modelos que revaloricen el proceso de envejecimiento, desde lo personal hasta lo social y cultural. Hacerlo, basados en dos elementos fundamentales: 1) los, abusos, maltratos, violencias, aceptados y callados lo convierten en asunto de derechos humanos. 2) su relevancia poblacional lo transforma en una cuestión de política pública.
Adriana Luna Parra, nos deja un gran legado desde dónde esté sabemos que unirá su grito por un mejor mundo con autodeterminación y dignidad de vida, en el que seguiremos insistiendo reivindicando -como ella lo hizo hasta el último momento- el derecho a decidir que tenemos las mujeres -y los hombres -; y a la vejez, como una etapa de oportunidad para vivir, remodelar y gozar nuestras relaciones afectivas, basadas en la Recomendación 27 del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer que protege los derechos humanos de las mujeres de edad con visión multidimensional.
Invito a leer su libro Queridas Abuelas ¡Que vivan sus derechos! Que escribió en coautoría con Guadalupe Loaeza. rociog@prodigy..net.mx
Palabra de Mujer Atlixco
@rgolmedo
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