Una cosa que, siendo prácticamente una constante, no parece merecer el interés de los cronistas del ramo, tan ocupados, por otra parte, en la prolija descripción de la carrera burocrática, vida familiar y hasta aficiones deportivas de los POLÍTICOS –sobre todo en estos tiempos de pre-, inter- y, se supone, campaña, es no su filiación religiosa, asunto perfecta y legítimamente personal, sino las prácticas simbólicas o ya inconfundiblemente rituales encaminados a obtener o conservar su poder sobre otros y no ser derrocados por sus contrincantes, es decir, el magical warfare de su oficio.
Porque se trata de una guerra, y una cuyo botín es tan codiciado que, a pesar de cuanta salvaguarda ético-legal ideen sus –tenían que ser- idealistas y un tanto ingenuos árbitros, siempre habrá quien pretenda arrebatárselo al “legítimo” triunfador, siendo necesario entonces asegurarlo por medios más allá de lo humano. Es donde interviene la MAGIA, por extraño que resulte tratándose de algo tan mundano como la “grilla polaca”.
¿Fantasioso? En absoluto, pues basta mirar la Historia –y la Prehistoria- para comprobar que el Poder que poseen algunos humanos sobre sus semejantes SIEMPRE ha estado rodeado de un aura sobrenatural que se han cuidado muy bien de manipular sus beneficiarios mediante ceremonias apropiadas. Que éstas realmente funcionan o sólo son parte del folklore, es algo para abordarse desde otra perspectiva, concretamente, la investigación de lo extraño, pero no puede dudarse que: 1. Sí tienen lugar y 2. Sus participantes están convencidos de su efectividad. Y esto desde los albores de la Civilización.
Aparte de fastuosos actos exotéricos propiciatorios, como la coronación de un nuevo monarca o los relativamente más sobrios de regímenes secularizados como son nuestros Estados laicos, ambos representando la apoteosis –elevación a rango divino- de un, hasta ese momento, ser humano común y corriente –o al revés-, hay otros de índole mucho más reservada cuyo objetivo específico es “amarrar” –palabra técnica- el Poder. En cuanto a los rituales mismos, la imaginación es el límite, habiendo para todos los gustos y bolsillos.
Una curiosa costumbre en el mismo sentido, era la de los antiguos conquistadores que, para someter espiritualmente a los pueblos ya vencidos por las armas, les incautaban sus símbolos, objetos y lugares “de Poder”, dando origen a episodios como el del misterioso espejo de obsidiana que fue a parar a la Corte de la primera reina de Inglaterra y el archifamoso Penacho, ambos pertenecientes a Moctezuma II. Y ni qué decir de la edificación, justo por encima o al lado de las antiguas Pirámides, de templos católicos. (Más detalles acerca de esta extendida práctica pueden encontrarse en el capítulo correspondiente del interesante y documentado libro LAS CIENCIAS SECRETAS DE HITLER.)
Pero todo este ceremonial mágico requiere oficiantes que llegan a convertirse en favoritos y hasta indispensables de los poderosos, desempeñando muchas veces también el cargo de CONSEJEROS. Así vemos que el fabuloso Rey Arturo tuvo a su mago Merlín mientras que Elizabeth I, heredera de Henry VIII, a John Dee, para citar sólo ejemplos británicos clásicos, pero los hubo siempre y en todas partes, incluso aquí mismo, en nuestros “liberales” países latinoamericanos, de tradición aparentemente positivista decimonónica.
Así que, para concluir a manera de encuesta, tan populares en esta temporada, le pregunto a Usted, amable lector(a): Desde la perspectiva expuesta en este artículo, ¿CUÁL SERÍA SU CANDIDATO FAVORITO?