- La Historia Jamás Contada -
La reciente salida del aire de la ya institucional MANO PELUDA y la drástica reducción de tiempo a un programa local de temática similar, ponen de relieve la discrecionalidad con que los dueños o administradores de los medios deciden a qué tienen –o no- acceso sus escuchas, videntes –viewers- o lectores, pues si un contenido llega a resultarles incómodo, simplemente lo DESAPARECEN sin ofrecer explicaciones a sus seguidores habituales ni tampoco a los propios realizadores, que ven así truncados sus proyectos, cuando no esfumarse también su fuente de trabajo. (Como sucedió a una amiga psicóloga hace unos 15 años, quien me llamó un mediodía para decirme lacónicamente: “Estoy desempleada, me cancelaron el programa”.)
Seguramente recordarán el caso de hace unos años que alcanzó resonancia nacional y aún más, cuando un complaciente empresario despidió fulminantemente a una conductora y su equipo por comentar acerca de un detalle de la (mala) fama pública del “prócer” (¿?) sexenal, de sospechosa legitimidad, como si hacerlo constituyera un delito de lesa majestad, aun cuando no seamos una rancia monarquía ni cosa parecida.
Pero en general, el motivo no suele ser tan puntualmente personal, sino que responde a sobreentendidos más bien difusos relacionados con lo política, moral o "espiritualmente" correcto, ya sea porque así lo sienta el propio responsable del medio o se lo indique algún solícito emisario del Poder, sea éste legal o fáctico.
Hace mucho, cuando comencé a preguntarme sobre el mecanismo de OCULTAMIENTO de porciones completas de la realidad, encontré algunas cosas interesantes, como que los hechos de la vida sexual –mi interés por entonces- eran filtrados según su probabilidad de alcanzar el núcleo familiar, supremo fetiche de la ideología dominante. Así, los libros eran los menos expurgados, suguiéndolos las películas, luego los periódicos y revistas, para llegar a su máximo con el radio y la televisión, quedando como remanente de esa sórdida época la consabida advertencia –warning- de: “esta Empresa no se hace responsable por las opiniones… etc.”, que leemos o escuchamos en las producciones mediáticas que pudieran generar CONTROVERSIA.
La CENSURA, que a eso se reduce todo el escamoteo, se ha aplicado tradicionalmente –como aprendí por entonces en la venerable ENCYCLOPÆDIA BRITANNICA- a temas como Religión, Política, Sexo y… “treasonable Science”, término que, tras consultar el diccionario, traduje ambiguamente como “Ciencia (o Saber) tradicional o traicionera”. ¡Ah, ¿verdad?!
El argumento mercantilista que reduce todo a una cuestión de pérdidas y ganancias, esgrimido tanto por empresarios “retiradores” (de contenidos) como “expertos” materialistas –vulgares, se entiende- para justificar o explicar estas maniobras, siempre resulta relativo en último análisis, pues hay rubros que pierden o disminuyen su rentabilidad y, sin embargo, son sostenidos en espera de tiempos mejores –el futbol, por ejemplo-, mientras que otros son echados fuera a la menor provocación. ¿Será este el caso de la misteriosa desaparición –o casi- del MISTERIO en la programación de estas dos empresas vinculadas comercialmente?
Sea como fuere, la respuesta, literalmente, está… ¡EN EL AIRE!
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.
Imagen: home.bt.com